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Edición
La investigación del American Guild of Musical Artists confirma las acusaciones de acoso sexual y abuso de poder contra Plácido Domingo y el tenor cambia al instante su posición al respecto. Ahora acepta toda la responsabilidad. Y pide perdón por el dolor causado. Y asegura ... que ha «crecido» con lo ocurrido. Y dice que desea que esto ayude a que el mundo de la ópera sea «un espacio más seguro» para las mujeres. O sea, que sí pasó, que perdón y que he crecido. Y eso que parecía imposible empeorar la primera versión, aquella en la que Domingo proclamaba su inocencia aunque reconocía que, como cualquier español, él ha sido galante y piropeador «siempre en los límites de la caballerosidad, el respeto y la sensibilidad». A mí aquella hipótesis me fascinaba: un español recorriendo el mundo sobrellevando la doble condena del tronío y la testosterona. Reconociendo en el escote de cada subordinada un destino nacional. Y debatiéndose con agonía unamuniana en la búsqueda existencial de los límites del requiebro y el chotis. Cierto que la existencia histórica de españoles no galantes (Manolete, Baroja, Chendo) cuestionaba la teoría del tenor. Pero es que era más bien trola. Lo ha reconocido él mismo.
País Vasco
Al final, el primer coronavirus peninsular cayó en Barcelona. No es tanto una noticia como algo que nos quitamos de encima. Me refiero a la expectación. A los farmacéuticos lo que les están quitando de encima son las mascarillas. Vuelan, se agotan, suben de precio. Es increíble. Porque tampoco está tan claro que sea peor morir que andar por ahí con una mascarilla como si fueses Michael Jackson. En términos de etiqueta, recordaré que la mascarilla no debe combinarse nunca con ropa de calle. Si se quiere ir perfecto, hay que vestirse por completo de cirujano.
Convendría que nos tranquilizásemos. Ayer el ministro de Sanidad recordó que en España no se tiene acreditada ninguna transmisión de la enfermedad: los casos son todos «importados». Y la enfermedad es la mayoría de las veces como una gripe. Antes que al fin del mundo («Vamos a morir todos» fue el lunes 'trending topic' en España: ya decía Rajoy que este es un gran país), parece que nos enfrentamos a un eventualmente enorme desafío de organización e intendencia. Y en menor medida a uno de templanza. A ese respecto, es muy pronto para que comiencen los desajustes. Las autoridades han tenido tiempo de prever los más diversos escenarios en lo tocante a asuntos evidentes, como qué hacer con los expatriados. Pues ayer, mientras el portavoz del Gobierno vasco recomendaba a los becarios y 'erasmus' en Italia que regresaran de inmediato, otras universidades del país les recomendaban a sus estudiantes que se quedasen en Italia tranquilamente y atendiesen a las autoridades locales.
Ignoro si es buena idea andar moviendo a la gente en una situación así, pero convendría que se hiciese todo con más coordinación. Nacional y europea. Por otro lado, es raro que la Administración se preocupe justo de los 'erasmus'. Si son invulnerables. Se alimentan de 'Jagermeister' y desayunan kebab. No hay virus que prospere en esos organismos. Además, no sé yo si los 'erasmus' van a obedecer. Teniendo veinte años y viviendo solo en Milán, habiendo fiesta hoy en el piso de Giuseppe, iluminándose el móvil con una invitación para cruzar la ciudad y compartir una pizza con Beatrice, la que embellece todo lo que mira... Los berrozis me tiene que mandar Josu Erkoreka a Lombardía para que regrese. Los berrozis.
Haciendas
Bizkaia estrenará en 2021 el sistema digital de control de facturas que se implementará después en Álava y Gipuzkoa. La novedad es técnica (contempla la inclusión de una huella digital en cada factura y en cada ticket que se emita), pero también cardiovascular: el incumplimiento acarreará sanciones de infarto. Piensen en el 20% de la facturación de la empresa, que no está nada mal, pero contando a partir de 20.000 euros, que hay por ahí mucho empresario en horas bajas y las diputaciones no quieren sanciones de fogueo. Cuando las infracciones sean puntuales, la multa será, eso sí, de 2.000 euros. Con la reincidencia, las multas se disparan. El cambio tiene pinta de ser drástico. Pese a los sucesivos cambios normativos, sigue siendo frecuente encontrar profesionales que te miran como si 'factura' fuese una palabra turca y negocios, consultas, despachos en los que solo aceptan pagos en efectivo y a poder ser en billetes pequeños y con numeración no consecutiva, como en las películas.
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