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Talento, trabajo, originalidad y coherencia. Sí, quizás mucho de todo ello explique buena parte del sorprendente éxito logrado en tan solo dos años por Rosalía, un fenómeno global o un ascenso meteórico capaz de convertir el underground vanguardista en consumo masivo, transformando a una cantante ... de veintiséis años en 'celebrity' global. Pero ya lo dice el aforismo clásico al referirse al talento y al trabajo, que no siempre explican la totalidad del éxito. Es decir, también hay otras causas que definen el ascenso incontestable de Rosalía, más allá de su trabajo o de su talento. La primera no puede ser otra que la vinculación de su estilo con el tirón contemporáneo de la música latina, a su vez una consecuencia lógica de la creciente importancia socioeconómica de los hispanohablantes y de su penetración en todos los canales de las redes sociales.
Que Rosalía haya inventado una inteligente modernización del flamenco o una fusión revitalizada del trap, el cante jondo y la música electrónica no es sino una brillante aportación creativa que aprovecha muy eficientemente el empuje actual de la música latina. Aún más, el estudiado poderío de sus letras y coreografías no solo la hacen próxima y reconocible en un momento sociológico de afirmación feminista, sino también rebelde y triunfadora frente a las tradiciones anquilosadas de la industria discográfica. El mezclar todo lo anterior con un descaro escénico similar al de Lady Gaga y con una estética muy cercana al 'street wear' inconformista -pero con bombers de Louis Vuitton- también le familiariza con un amplio público en el que caben los premillennials, los millennials o las generaciones X, Y y Z. Que además de todo ello Rosalía se haya visto envuelta en la polémica sobre la apropiación de la cultura gitana, que haya compartido escenario con otras celebridades internacionales o que otras más la hayan convertido en su estrella favorita son igualmente activos fundamentales que explican su notoriedad. Una notoriedad merecida por un éxito repentino, quizás efímero, cuyo reto más evidente no es otro que el de perdurar en el tiempo.
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