Perdón por todo

Que todo el mundo haga lo mismo: disculparse de antemano. El PNV podría no esperar a que pida perdón Pedro Sánchez en nombre del Estado y dejar que lo haga el lehendakari, que como él mismo recordó hace poco en una ocasión famosa es «el máximo representante del Estado en el País Vasco». Si lo que se pretende es que el perdón por la guerra no lo pida tanto el Estado como España, yo estoy de acuerdo. Y que después el País Vasco se pida perdón a sí mismo: Álava, provincia leal, a las traidoras Bizkaia y Gipuzkoa. Y como es euskaldun quien posee el euskera, que Navarra pida perdón por esas brigadas suyas invasoras. De los hermanos de Iparralde ni hablamos, que hubo un Ybarnegaray euskaldun y pelotari que terminó de ministro de Pétain.

¿Lo ven? No hay que pelear. Hay que pedir perdón y aceptarlo. Constantemente. Perdón por todo. También porque nuestros abuelos nos darían una buena zurra si nos viesen llegar así, presumiendo, fanatizando y haciendo el ridículo, al centenario de una guerra en la que ellos sí estuvieron. Perdón también por sacar a la venta unas zapatillas guapas que se llaman 'Guernica Classic Old Skool' y «rinden homenaje a nuestra memoria y al legado de paz que deseamos». Lo ha hecho la marca esa de ropa que lucen tanto en Podemos. Perdón por las zapas. Sobre todo por eso. Mala vibra fuera.

«Es evidente que ha habido un fallo claro en la seguridad de las comunicaciones del Gobierno de España». Fue la frase que Pedro Sánchez colocó ayer con toda intención nada más comenzar la sesión de control en el Parlamento. El Gobierno justificaba así al máximo nivel, y más allá de las exigencias de Podemos y Esquerra, la destitución de la directora del CNI. Y ahora sabemos que el CNI lleva advirtiendo sobre la amenaza del programa 'Pegasus' desde 2017. El nivel de la advertencia no parece menor: el año pasado organizaron jornadas específicas sobre el asunto. 'Mitología móvil', buen título. Siguiendo con los mitos, no han pasado dos días y la posibilidad de que la entrega de la cabeza de la jefa de los espías abra los archivos de Pandora se intuye ya como un fijo en la quiniela. Tiene algo de temeridad majestuosa la jugada del Gobierno: apostando por el dominio del relato, enfadas precisamente a los que tienen la información.

A Putin se le ha escapado una de las Pussy Riot disfrazada de repartidora de comida a domicilio. Salió de su edificio con la capucha del abrigo puesta y tiró hasta Bielorrusia. El Servicio Federal de Seguridad, claro, tendrá estos días mucho lío. La activista ya está en Islandia y va a unirse a sus compañeras para girar por Europa. Asegura que Putin no es peligroso, sino un mindundi. Pero recuerda que tiene a su alcance cosas muy peligrosas. Y remata diciendo que es un maniaco impredecible. Suena contradictorio, lo sé. Y nada tranquilizador.