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Estas elecciones autonómicas han respondido al patrón habitual de una mayor movilización del electorado de los partidos nacionalistas. Y también reflejan algo habitual en las citas con las urnas de esta arena electoral. Son unos comicios que tradicionalmente se les dan peor que las generales ... a los partidos de ámbito estatal. En sus años de fortaleza lo sufría fundamentalmente el PSE, que nunca alcanzaba los resultados del PSOE en las generales, y en las últimas dos elecciones le ha tocado el turno a Elkarrekin Podemos.
Una de las claves para entender el mapa político que han dibujado las urnas medio vacías del 12-J en Euskadi no tiene nada que ver con la pandemia. La mayor movilización de los partidos nacionalistas en unas elecciones autonómicas no es nueva. Ni es la más importante numéricamente. Entre el PNV y EH Bildu suman menos votos que los que sumaban los partidos nacionalistas vascos en la mayoría de las elecciones autonómicas celebradas en Euskadi. A ellos también les ha afectado la gran abstención, aunque en mucha menor medida que a los partidos estatales.
La novedad la han marcado las últimas generales celebradas de 2019. En ambas la suma de los dos partidos nacionalistas vascos alcanzaba los 600.000 votos, solo comparable a los resultados alcanzados en 2011. Y el PNV ganaba con una amplia ventaja ambos comicios, los originales y los repetidos. Lo que nos lleva a preguntarnos por qué los votantes de los partidos nacionalistas han activado su movilización para las generales y los votantes de los partidos estatales siguen con su habitual comportamiento dual dando menos importancia a las elecciones autonómicas que a las generales.
Mi hipótesis de la gran movilización de los partidos nacionalistas en el último ciclo electoral de 2019 está relacionada con la utilidad que han encontrado tanto los votantes del PNV como los de EH Bildu apoyando a sus formaciones en las elecciones generales. Consideran su voto importante para condicionar la política estatal en beneficio de sus intereses y, sobre todo, se ha convertido en decisivo para parar la formación de un Gobierno que pudiera depender del partido de la ultraderecha y del bloque que demoniza todos los nacionalismos que no sean españoles.
En cambio, los votantes de los partidos estatales no se han visto interpelados por ninguna nueva necesidad que activara sus ganas de votar en las elecciones autonómicas. El contexto político vasco se ha caracterizado por la estabilidad y por la inclusión de todos los partidos estatales en la gobernabilidad del Parlamento de Vitoria en algún momento de los últimos cuatro años. La izquierda de ámbito estatal no se moviliza en las elecciones vascas porque no le da ningún miedo el resultado electoral que puedan deparar. Perder los comicios en el País Vasco no es un trauma.
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