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La montaña tiene entre sus crueles protocolos el de la aceleración del tiempo. Cuando hay un accidente en la montaña, el reloj se convierte en un enemigo más. Yen uno cada vez más grande. Cada hora sin noticias de alguien en apuros ahí arriba es ... en sí misma una mala noticia. Por más que el momento de la búsqueda y el rescate exija mantener alta la moral. Por ejemplo, recordando que un montañero experimentado sabe lo que tiene que hacer cuando llegan los problemas y puede ser capaz de mantener la cabeza fría y estirar al máximo sus opciones.
Quizá el ministro de Interior se obligaba a pensar en esos términos cuando el jueves por la tarde, tras una reunión con su homólogo francés en Hendaya, informó de que los gendarmes no habían suspendido la búsqueda de Rafael Castaños, el montañero de Santurtzi al que el sábado se le perdió la pista en los Pirineos Centrales. «Espero que en breve podamos tener una solución y que esta sea agradable para todos». Dejando a un lado la extrañísima elección de las palabras del ministro, a Grande-Marlaska se le entendió la idea. Y la idea pudo constituir algo así como el último asidero para los amigos y familiares de Rafael Castaños. La noticia de que Francia suspendía las labores de búsqueda les había sumido en la clase de desesperación que solo puede atenuarse actuando. Algunos amigos del montañero desaparecido se desplazaron en un primer momento a Francia para colaborar personalmente en el rescate. Muchos más se han manifestado estos días en Santurtzi exigiendo que no se cancelasen las labores de rescate. «Necesitamos ayuda», se leía en la pancarta que portaban. También la frase que se ha convertido en el lema urgente de estos días:«Que no pare la búsqueda».
Había algo especialmente estremecedor en lo imperioso de esos mensajes. Tenían que ver con la idea, tan equivocada, que nos hicimos en un principio, cuando se conoció la desaparición de Rafael Castaños y, dentro de la alarma, se dieron noticias tranquilizadoras:un montañero con experiencia y prudente, una ruta en absoluto dificultosa para su nivel.
Por desgracia, la montaña nunca es sencilla y siempre puede ser cruel. Ayer por la tarde se encontró el cuerpo de Rafael Castaños en la zona del Labas. Dieron con él otros montañeros. Vieron su mochila roja, casi una semana después.
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