
El PNV, ¿partido de Estado?
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Sabin Etxea busca, de nuevo, aparecer como el gestor razonable que salva al país del caosMuchas de las respuestas a las preguntas que hoy nos asaltan están en el pasado reciente. Hace ahora dos años, en la primavera de 2018, ... Mariano Rajoy lograba sacar adelante sus, a la postre, últimos Presupuestos, gracias al PNV y a Cs. Hoy, en vísperas de la decisiva votación de la prórroga del estado de alarma, Sánchez ha pactado ya con los naranjas y con los jeltzales, por si Pablo Casado se atreviera a votar en contra. Ahora que sabe que el presidente lo tiene hecho, el PP podría estar tentado de echarse al monte.
En aquella primavera, Albert Rivera jugaba sus cartas, seguro de estar llamado a ser el próximo presidente. Pero la ambición le cegó. Perdió la oportunidad de ser vicepresidente de un Ejecutivo socioliberal y tuvo que marcharse. Por eso, Inés Arrimadas juega ahora a ponerse el traje de estadista, consciente de que el derrumbe de la mayoría de la investidura -por la nada sorprendente espantada de ERC, el socio veleta- puede dar un nuevo brillo a sus exiguos diez escaños y distanciar a Cs de un PP a su vez condicionado por el griterío de Vox.
¿Y el PNV? Merece la pena recordar qué condiciones puso en aquella agónica negociación que permitió a Rajoy protagonizar su enésima resurrección para después acabar sucumbiendo arrastrado por 'Gürtel'. Los jeltzales hicieron un quiebro sorprendente y lograron que el Gobierno del PP garantizara la subida de todas las pensiones de acuerdo al IPC. De todas, no solo de las vascas, con lo que el PNV logró congraciarse con los jubilados que protestaban en las calles y, de paso, sacudirse el estigma del nacionalismo abonado al 'cuponazo' que agitaba Rivera.
Una jugada de ingeniería para engordar el mito del partido abertzale, sí, pero de Estado. Del gestor responsable que se dedica a solucionar problemas en lugar de crearlos. En una operación parecida anda ahora Sabin Etxea -aunque Cs le ha adelantado por la derecha-, muy interesada en subrayar que no pide la cogestión de la crisis por pruritos soberanistas sino por una cuestión de eficiencia, para poner las decisiones en manos de quien las lleva tomando décadas (Osakidetza) y no de un Ministerio vaciado hasta ahora de competencias como el de Illa.
Urkullu ha clamado contra el estado de alarma y ha agitado el fantasma del autogobierno pisoteado no por diferencias de criterio con un Ortuzar afanado en negociar hasta la última coma con Carmen Calvo sino para cubrir todos los flancos en vísperas electorales. El PNV sabe que Sánchez juega al tacticismo cortoplacista y está dispuesto a aprovecharlo. Quería votar 'sí' y así lo hará en el pleno que se celebrará hoy en el Congreso tras el acuerdo in extremis alcanzado con el presidente del Gobierno. El PNV sí que tiene un plan.
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