Los casos diarios confirmados de Covid-19 han ido reduciéndose en España como tendencia general, pero no acaban de alcanzar su pico en el mundo, donde el martes se registró un nuevo máximo de 139.500 notificaciones. Mientras los países de la UE parecen acariciar ... la quimera de una fecha sin infecciones, desde Estados Unidos hasta Chile, amplias regiones de África y zonas de Asia baten de forma sistemática el récord de la jornada anterior. El rebrote de la epidemia en torno a un mercado de Pekín cerraría el círculo de la inquietud porque podría corresponder a un caso importado, ser un virus diferenciado del de Wuhan y porque la pandemia podría haber vuelto a China tras recorrer buena parte del planeta.
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En febrero y a primeros de marzo tanto los ciudadanos españoles como las propias administraciones tendían a contemplar las noticias provenientes de Hubei primero y de la Lombardía italiana después como si se tratase de un peligro remoto o de un contagio fortuito. A pesar de que el Covid-19 acabó afectando a España con un espantoso sufrimiento para quienes han padecido la enfermedad de manera aguda y el fallecimiento de un número todavía indeterminado de conciudadanos, corremos el riesgo de volver a contemplar la epidemia que padecen en Florida, Bolivia o Brasil como si fuese un problema distante. Sin percatarnos de que el coronavirus sigue estando presente entre nosotros -ayer se contabilizó el doble de casos confirmados que el día anterior, 141- y de que formamos parte de la misma realidad global que propicia la pandemia.
Estos días en los que, de manera insuficiente, se advierte del estrés acumulado por los profesionales sanitarios como factor añadido a las debilidades que puede presentar el sistema ante posibles rebrotes o una eventual segunda ola epidémica conviene llamar la atención también sobre el desgaste que han experimentado las instituciones nacionales e internacionales responsables del control y alerta de enfermedades. La existencia de gobiernos que como el estadounidense, el mexicano y el brasileño han desatendido abiertamente las directrices de la OMS ha afectado a su autoridad y a la de la ciencia, como lo hacen también las corrientes opuestas al uso de vacunas. Urge que la OMS y el Centro Europeo para la Prevención la restablezcan tomando la iniciativa en el seguimiento informado y aleccionador de la evolución del Covid-19 y la pronta evaluación de los nuevos brotes.
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