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Si alguno de ustedes aún pensaba que el balneario político vasco -en el que el PNV hace y deshace a su antojo a cambio de ceder una mínima cuota de poder al PSE- podía extenderse al resto de España supongo que ya habrá despertado del ... sueño.
La política española afronta un horizonte de inestabilidad. Y basta con observar los acontecimientos de las últimas horas. Desde la nebulosa que sigue envolviendo la investidura de Sánchez. Pasando por la ruptura de Rivera con Valls. La enésima crisis de los pactos entre las tres derechas. Y, cómo no, Navarra.
Que Cs rompa con el ex primer ministro francés tras hacer alcaldesa a Ada Colau con la excusa de evitar que Barcelona tuviera un regidor independentista (Ernest Maragall) era esperable, sí. Pero el movimiento debilita un poco más a los liberales.
Otro tanto cabe decir de la amenaza de Vox de no negociar las condiciones para que el PP se haga con la Comunidad de Madrid, en tanto los conservadores no le den concejalías en el nuevo Ayuntamiento de la capital.
Luego está el 'caso navarro'. Difícil de comprender para cualquiera. Para mí el primero. Pero del todo imposible si se hace caso al relato que el nacionalismo vasco intenta imponer desde sus medios afines.
¿Pedro Sánchez sigue pensando en contar con los dos votos de UPN para su investidura, aunque ello implique dejar que los foralistas gobiernen el viejo 'Reyno'? No lo sé. Ya no lo creo. Me extrañaría muy mucho.
Y no porque dude de que le encantaría contar con esos dos apoyos navarristas para repetir en La Moncloa. Sino porque no creo que quiera adentrarse por ese camino si sabe que con ello puede perder el aval de los seis diputados del PNV. Ahora bien, ¿tiraría Ortuzar la posición de privilegio que tienen los jeltzales en la política estatal por el desenlace navarro? Ver para creer.
El sábado, en la jornada de constitución de los nuevos ayuntamientos, el PSN hizo lo previsto: no apoyar a EH Bildu. Ello le supuso a los herederos de Batasuna la pérdida de una notabilísima cuota de poder, comenzando por la capital, Pamplona.
Pero hizo algo más. El PSN tampoco apoyó a quien quiere sea su socio principal en el futuro Gobierno de la comunidad, a Geroa Bai. Con ello, la coalición del PNV perdió la Alcaldía de Egüés, tercer municipio más poblado de Navarra. Los socialistas, incluso, aceptaton alguna alcaldía con los votos de UPN.
En términos políticos, lo que hizo el PSN fue usar sus votos para restar poder municipal al nacionalismo vasco en Navarra. Lo mismo que ha hecho durante años con UPN, pero en solitario.
En este contexto, el PNV debe decidir si quiere mantener una importante cuota de poder integrado en un cuatripartito transversal de centroizquierda liderado por la socialista María Chivite. O si renuncia a ello por sus afectos en territorio foral a EH Bildu. Un Gabinete cuyo gran objetivo no sería vasquizar la comunidad sino desarrollar políticas progresistas. Es lo que hay.
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