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En la Transición, Adolfo Suárez tuvo un ministro, Fernando Abril Martorell, con quien sus adversarios políticos temían negociar. ¿La razón? Prolongaba el diálogo durante horas, hasta entrada la madrugada, muchas veces hasta el amanecer, para llevar a sus oponentes al borde del agotamiento. En tales ... condiciones casi siempre lograba que rebajaran sus pretensiones. No sé si Pedro Sánchez pretende emular de alguna forma a Abril Martorell. Y digo de alguna forma porque el presidente en funciones da la impresión de pretender agotar a sus adversarios, sí. Pero no a base de tenerlos sentados enfrente dando vueltas a propuestas y más propuestas, sino manteniéndoles a la espera de que les haga alguna.
No me negarán que tiene su aquél que a dos semanas para la sesión de investidura, quien sostuvo hasta el final el 'no es no' a Rajoy, lo que le costó la secretaría general socialista, insista ahora en pedir al PP y, sobre todo, a Ciudadanos que le regalen La Moncloa para no tener que ceder ante Unidas Podemos y no depender de los independentistas. ¿Y la coherencia?
La falta de acuerdo con Pablo Iglesias obedece, como saben, a la negativa socialista a conformar un Gobierno de coalición con los morados. ¿Razón oficial? Las profundas divergencias existentes entre ambos sobre el problema catalán. La otra verdad: las presiones de Europa y de los poderes económicos para que el líder podemista y los suyos no se sienten en el Consejo de Ministros.
El argumento oficial del PSOE resulta un tanto sorprendente. Que se lo pregunten si no al PNV y al PSE, que inauguraron la época de la cohabitación en Euskadi nada menos que en 1986. Para pactar los socios no deben renunciar a sus principios, sólo acordar un programa de gobierno. El resto queda al margen. Incluso resulta usual que los acuerdos de gobierno incorporen un epílogo de discrepancias pactadas.
Resulta igualmente curioso que Sánchez exponga tal argumento tras lo sucedido en Barcelona. Allí, el PSC no ha tenido ningún escrúpulo en volver a hacer alcaldesa a Ada Colau y cogobernar con ella pese a que, como Iglesias, defiende el derecho de los catalanes a decidir en una consulta si quieren la independencia o seguir en España. El bien superior: evitar que el republicano Ernest Maragall fuera el nuevo regidor en su condición de ganador de los comicios.
Sánchez es muy libre de no querer a Iglesias en su Consejo de Ministros. Hasta resulta comprensible vista la trayectoria del político podemista. Por convicción, por comodidad, por las presiones externas o, simplemente, porque quiere una nuevas elecciones anticipadas. Nuevos comicios en los que todas las encuestas vaticinan que el PSOE lograría más escaños. Eso sí, seguiría dependiendo de UP para gobernar, aunque ya no le harían falta los independentistas.
¿Que Iglesias también podría ceder? Por supuesto. Pero en cualquier empresa resulta extraño que quien tiene la cuarta parte del capital renuncie a estar en el consejo de administración. ¿Qué los podemistas es muy probable que perdieran escaños de repetirse las elecciones? No parece importarle demasiado al líder morado ya que, como dicen esos mismos sondeos, UP seguiría siendo imprescindible para que Sánchez presida un Gobierno estable. Si Albert Rivera, claro, mantiene a sus Ciudadanos pugnando con el PP por el liderazgo de la derecha en vez cogobernar desde el centro.
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