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El asesinato de Maialen revela la ineficacia del sistema de protección ante la violencia machistaLa reconstrucción de los últimos días de Maialen, la mujer asesinada el domingo en un apartahotel de Vitoria, es espeluznante. Porque todo terminó con una joven embarazada de gemelos muerta de una cuchillada y con una niña pequeña que pasó horas junto al cadáver de ... su madre mientras su padre se daba a la fuga. Pero también porque en los días previos al crimen fueron varias las ocasiones en las que la suerte de la víctima pudo y debió cambiar. Por ejemplo, cuando la Guardia Civil telefoneó a la Ertzaintza para subrayar que la joven, que había llegado a Vitoria desde Castellón, estaba en «riesgo extremo» según el sistema de seguimiento integral a las víctimas de violencia de género que se emplea en España.
Que en el País Vasco se emplee un sistema propio, cabe suponer que diferencial, explica que baste recorrer unos cientos de kilómetros para que a Maialen el riesgo extremo se le convirtiese en uno ordinario y al parecer dependiente de la opinión de la víctima. Impresiona saber que la joven estuvo en una comisaría de la Ertzaintza respondiendo a un cuestionario de veinte preguntas que al parecer es valorado automáticamente por un ordenador. El resultado fue que era una víctima de escaso riesgo. Resulta incomprensible que en un asunto tan complejo como la evaluación de un caso de violencia de género no intervenga personal especializado que sea capaz de interpretar lo que dice la víctima y lo que calla, también de ofrecer el apoyo y la confianza suficientes para que se rompan barreras relacionadas con el miedo o la dependencia, o para que en última instancia se imponga la iniciativa personal de proteger como sea a un inocente que está en evidente peligro.
Cada día que pasa parece más claro que a Maialen le falló el sistema que debía protegerla. El cambio de protocolos ordenado por la Fiscalía de Álava parece confirmar que debió hacerse más mientras comienza el itinerario de reproches cruzados entre jueces, policías y políticos. La familia de Maialen ha recordado ejemplarmente que el único responsable de lo ocurrido es el asesino. Tienen toda la razón. Pero existe otra responsabilidad diferente que aún queda por explicar. Está relacionada con no evitar por una confusa forma de inacción un riesgo perfectamente detectado. Tiene que ver, en otras palabras, con ponérselo más fácil a un criminal.
Garzón
El ministro Garzón deja la primera línea política. Lo hace por contribuir a «la renovación de las caras públicas». Que apueste por el paso atrás y no, como cada vez más colegas, por el retoque estético es digno de elogio. «Es un momento estupendo para que otros compañeros puedan aportar sus energías y conocimientos», escribió ayer Garzón. Lo del momento estupendo me hace pensar en una interpretación calmada, rajoyística, de las responsabilidades del Estado. Lo de las energías de los compas es un «el que venga detrás que arree» de manual. Recordaremos a Garzón por el pacto de los botellines, por no llevar ni ocho meses de ministro y acusar al Rey de maniobrar contra el Gobierno, por lo del chuletón imbatible… Son muchos recuerdos, pero su despedida invita a la reflexión. Las caras, ¿no son todas públicas por definición?
Ertzaintza
Las protestas en la Ertzaintza preocupan del mismo modo al Gobierno vasco y a Bildu. Si eso ya es inaudito, Bildu incluso se escandaliza porque se estén rompiendo «reglas del juego» en protestas relacionadas con una lucha laboral. Acabáramos. «No hay que confundir libertad con libertinaje», pareció a punto de decir ayer Julen Arzuaga en el Parlamento, mientras Josu Erkoreka pareció a punto de aplaudirle: «Les das la mano y te cogen el brazo, Julen». El jueves al parecer hubo agentes de uniforme que, en lugar de hacer su trabajo, sí aplaudieron a sus compañeros manifestantes: una inesperada ola asindical y populista que aspira, entre otras cosas, a un leve ajuste salarial de más de mil euros al mes.
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