Los robos en las casas aumentan en los pueblos del Gorbea y los vecinos se organizan en patrullas para vigilar la zona. Es una mala noticia. Por la inseguridad que sufren los habitantes de municipios como Zuia, Ubide o Zigoitia. Pero también porque nunca es ... bueno que el ciudadano intente recuperar por las bravas las competencias sobre seguridad. La única ventaja que se le ve al asunto es que al menos los patrulleros espontáneos no son vecinos de Ituren o Zubieta, en el Alto Bidasoa, que estos días de carnaval se disfrazan de pesadilla monstruosa, transforman los tractores en vehículos de Mad Max y empuñan directamente motosierras.
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La diseminación de los núcleos rurales favorece la actividad clandestina del ladrón y las oleadas de robos tienen en estas zonas algo de desgracia itinerante. Desde hace unos meses los delincuentes frecuentan las faldas del Gorbea y alguno ya ha descubierto cuál puede ser el peligro del campo para los de su oficio: la gente allí se conoce y no titubea. Hace unos días, un vecino vio en Etxaguen a unos tipos colándose en un chalé y los ahuyentó. Al rato ya eran varios los vecinos que rastreaban la zona en busca de los asaltantes fugados. Parece que estos patrulleros sobrevenidos son en su mayoría jóvenes y están «calientes». Si su reacción es comprensible, su peligro debe ser tenido en cuenta. Parando coches extraños e identificando forasteros lo mismo pones a la fuga a unos ladrones que terminas tirando al río a unos ornitólogos que no buscan joyas y efectivo sino el canto de un fringílido. Cierto que, de ponerse el Departamento de Seguridad quisquilloso con el patrullaje vecinal, los ciudadanos podrán alegar que de tanto escucharle al Gobierno lo del 'auzolana' se han terminado animando. Mientras se ponen con las detenciones, siempre que hay una oleada de robos las autoridades emiten recomendaciones. Entre ellas, evitar el enfrentamiento y llamar al 112 si se sorprende a un ladrón in fraganti. Tampoco debe de ser fácil hacerle al delincuente ese gesto de que él siga tranquilo porque tú tienes que hacer una llamada.
Estonia
En Rusia llevan lo de la memoria histórica muy adelantado. Hace ya años que por motivos históricos y memorialísticos lo mismo encarcelan, sepultándolo bajo las peores acusaciones, a un historiador como Yuri Dmtriev especializado en nombrar a las víctimas del Terror estalinista que ilegalizan Memorial, organización fundada por el Nobel Sájarov que promovía el recuerdo de los horrores del Gulag. Como demostró frente a ese moái californiano que es Tucker Carlson, a Putin le preocupa la historia. Por eso adelanta él mismo las conclusiones sobre el tema: el pasado de Rusia es glorioso y eso incluye la URSS y la Lubianka. Que en Estonia no estén de acuerdo y hayan retirado algunos monumentos soviéticos explica que Rusia declare a la primera ministra Kallas en busca y captura. Estonia tiene un millón trescientos mil habitantes, trescientos kilómetros de frontera con Rusia y coraje para exportar. Putin le dijo el otro día a esa síntesis trumpista de Andy y Lucas que es Tucker Carlson que no invadirá ningún país báltico. Para intranquilizarse basta con tener memoria, pero no histórica, de la normal: hace dos años, a mediados de febrero de 2022, el Kremlin aún decía que no invadiría Ucrania.
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