Sin vaca o motosierra

Sin embargo, ayer Ortuzar no hizo teoría política con la vaca de su aitite. Y no se burló de las pintas de los de Bildu apenas cinco meses después de que en el Aberri Eguna sorprendiese con el troleo textil: «son los de la mani aunque se vistan de Armani». Lo que tranquilizan un mal resultado electoral y unos rivales directos crecidísimos. Ayer, el presidente del PNV la comedia la hizo breve e interna. Se refirió al «sector txosnero» del partido y contó un chiste sobre crecimiento personal y talla XL que era tan malo que no se entiende cómo el consejero de Seguridad allí presente no hizo intervenir a la Ertzaintza.

Lo que en realidad hizo Andoni Ortuzar en la campa primordial fue lo mismo que hizo antes que él Urkullu: ponerse serio. Había espacio porque el lehendakari parecía hasta más serio de lo habitual. Ortuzar apeló a la unidad y a la confianza, al trabajo duro frente a una situación compleja. Exceptuando un mensaje para Pedro Sánchez y una insinuación sobre una posible repetición electoral, el presidente del PNV, tan proclive a la andanada, se centró en la motivación. Todo fue estímulo, orgullo y exhortación. «Hoy he estado más trascendental», reconoció. Quería decir que no había estado gracioso. Su tono fue por momentos el de un entrenador dando palmas y reactivando un vestuario abatido. «¡Somos el PNV! ¡Somos el PNV!», gritó Ortuzar al final de su discurso. Y a continuación se lo preguntó extrañamente a la militancia («¿Somos el PNV?»), solo que sin dar tampoco muchísimas opciones: «¿Sí o sí?»

Un año después de ganar las elecciones en Italia, Giorgia Meloni parece una política homologable que aspira a tener más protagonismo en Bruselas, lo que no está nada mal para una euroescéptica. Si sabíamos que la responsabilidad del gobernante aplaca los excesos del candidato, ignorábamos que pasaba tan rápido. «Querida Giorgia», se dirigió a Meloni Pedro Sánchez ya en abril. Y Meloni respondió celebrando la «sintonía» de su Gobierno con el de España, que se proclama como se sabe antifascista. Quizá recuerden que hace un año nuestras únicas dudas sobre Meloni consistían en que no sabíamos si era solo ultraderechista o si era también posfascista. Lo que sí teníamos claro era que prorrusa lo era un rato. Y tardó la OTAN dos meses en agradecerle su «fuerte compromiso personal» con la Alianza.

El último escándalo relacionado con menores y móviles se ha dado en El Astillero. Pornografía muy violenta en un chat de 4º de la ESO. Tras el caso de las fotografías de menores 'desnudadas' por una aplicación en Almendralejo, surgió otro episodio similar en Ayamonte. Asistimos al 'Grand Prix' del acoso con archivos adjuntos circulando entre escolares. Aunque hay diferencias. Al principio nos asustaron los efectos desconocidos de la inteligencia artificial y ahora nos asustan ya los efectos más bien conocidos de la pornografía y las redes sociales. No es previsible que el fenómeno amaine. Una revisión nacional de los móviles de los menores podría ser en realidad equivalente a la apertura de la caja de Pandora.