
Los disturbios tras el partido de Europa League entre el Athletic y la Roma terminaron con catorce detenidos, quince ertzainas heridos y un paisaje recurrente ... de cristales rotos, terrazas destrozadas y contenedores quemados. Ayer el consejero de Seguridad hizo al respecto una reflexión: no se pueden normalizar las agresiones a los agentes de la Ertzaintza, ni tampoco las que se dan contra los médicos y las enfermeras. Si la idea se entiende, el razonamiento es original. Digamos que las enfermeras no despliegan brigadas de antidisturbios en los centros de salud para garantizar el orden público. Es la Ertzaintza quien lo hace en los grandes eventos deportivos, diseñando para ello operativos que funcionan con frecuencia de un modo inesperado: lo que en realidad está a punto de normalizarse entre nosotros es que no haya un partido de importancia sin violencia en los alrededores del estadio.
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Como los 'hooligans' foráneos pasan -¿qué fue de vosotros cabezas huecas del Apoel, vociferantes beodos del Spartak, cejijuntos camorristas del Olympique?-, parece claro que el problema son los ultras vernáculos. Ellos permanecen. Y se diría que eso incumbe singularmente al consejero de Seguridad. Hasta donde yo sé, aún no hay grupos organizados que aseguren luchar contra el fascismo apalizando enfermeras y promocionando sus hazañas en redes. El jueves en Bilbao hubo ultras autóctonos intentando emboscar a hinchas de la Roma, comportamiento que el mes pasado se observó en Vitoria entre ultras del Alavés que buscaban una gran pelea con ultras del Espanyol. La Ertzaintza pudo evitar aquel choque y esta semana advirtió de que la presencia de la Roma en Bilbao podría atraer a ultras del Alavés y la Real Sociedad en plan colaborativo. Las sinergias territoriales nos fallan por el lado de las sinfónicas y los aeropuertos, pero todavía nos funcionan por el lado de la violencia delincuencial recreativa. El fenómeno sobrepasa lo episódico e ignorarlo es una insensatez. Porque cada episodio de violencia en un entorno multitudinario y festivo es una absurda lotería. Y porque comienza a ser extraña la parálisis de una sociedad que no parece saber reaccionar ante lo que cada contenedor quemado tiene entre nosotros de recidiva tumoral encapuchada.
Trump
La respuesta ambigua de Putin a la propuesta de tregua en Ucrania a Trump le ha parecido bien. El resultado de unas conversaciones «muy productivas». Es difícil no pensar que Trump siente fascinación por el líder ruso. Según la jefa de la CIA que investigó la interferencia en las elecciones de 2017, lo de Trump es envidia del hombre fuerte que maneja su país sin que nadie le tosa. Lo malo es que Putin no es un hombre fuerte. Es algo peor. Y su gente no sale de un 'reality' sino de una larga tradición de, entre otras cosas, manipulación psicológica. Frente a ellos se sienta ahora en la mesa en la que se decidirá el futuro de Ucrania un megalómano que se cree un maestro negociando y lleva semanas exhibiendo que tiene prisa por llegar a un pacto. El triunfo de Putin es dinamitar la confianza de Occidente en sus propias democracias y conseguir que Estados Unidos le dé la espalda a Europa. Para intuir lo que pasará a continuación, pocos discursos tan reveladores como el de Serguei Lavrov hace diez días explicándole a los rusos que en realidad los estadounidenses no han tenido el menor «papel instigador» en la historia. Desde las Cruzadas a Hitler, y pasando por Napoleón, todos los problemas los han causado ellos: los europeos.
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