Vía libre para Donald. El Supremo establece que los tribunales estatales no pueden excluir al expresidente de las elecciones de noviembre. El fallo tiene una enorme trascendencia y se motiva en las raíces mismas de la Constitución. Deberíamos haber detectado antes que no funcionaría lo ... de la insurrección y la decimocuarta enmienda. Es la quinta enmienda a la que se acogen siempre en las películas. Nada más conocer la sentencia del Supremo, Trump reaccionó en Truth, su red social, y en mayúsculas: ¡Una gran victoria para Estados Unidos! Es curioso: tras el fallo favorable, los apóstoles del 'lawfare' nunca explican cómo pueden unos tribunales tan corruptos darles la razón a ellos. El drama es por supuesto que la lógica ya no signifique nada. Trump comenzó a ser realmente peligroso cuando desde lo alto de un vertedero humeante de mentiras señaló a su interlocutor y pudo refutarle la evidencia más palmaria con dos palabras: «Fake news».
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Además de para Vladimir Vladimirovich, la posibilidad de que Trump se presente a las elecciones debería ser una alegría para los partidarios de la democracia liberal, los contrapoderes, la rendición de cuentas y el mínimo consenso sobre la realidad que posibilita una sociedad civil en sus cabales. Lo digo por lo de ganar al rival deportivamente y en igualdad de condiciones, dejando que triunfe la razón y los argumentos se impongan a la furia. El problema es que la cosa iba así en 2016, cuando lo de Hillary en lo alto de una montaña refulgente de superioridad moral. Y aquellas elecciones, apenas cinco meses después del 'Brexit', confirmaron que los tiempos habían cambiado para siempre. Resumiéndolo mucho, luego vimos al hombre búfalo danzar en el Capitolio. Y hace una semana vimos a Joe Biden, si nadie lo remedia única alternativa posible a Donald Trump, poniéndose en el programa de Seth Meyers las gafas de sol para transformarse de nuevo en 'Dark Brandon', el meme que la estrategia demócrata explota desesperadamente porque el presidente luce en él maligno, pero también un poco más joven.
País Vasco
Un clásico de la picaresca tiene que ver con el trabajador de baja médica que es sorprendido corriendo maratones, escalando en Yosemite o participando en combates de muay thai en Bangkok. Hubo un tiempo en el que las empresas recurrían a detectives para detectar la trampa y justificar el despido. Hoy basta con revisar las redes sociales. Nuestro mundo entiende que, tras la actividad física, la exhibición es más importante que los estiramientos. Lo inusual es que la causa del despido sea el rock. El TSJPV ha declarado improcedente el despido de un trabajador de baja por una lesión en el hombro que tocó la guitarra en un festival de música. Los jueces entienden que el guitarreo no requiere esfuerzo físico ni precisa «elevación del brazo derecho». Que se lo digan a Pete Townshend. Yo imagino que la defensa del trabajador habrá estado muy trabajada y sustentada en fuentes clásicas. Al fin y al cabo, al que le parecía una lata el trabajar era a Luis Aguilé, que no era un rockero. Mientras que era el rockero Moris quien se revelaba como un empleado ejemplar, señoría, en esta letra que procedo a interpretarle: «Saben yo trabajo en un bar de Hortaleza / soy el camarero que te pone la cerveza».
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