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El lehendakari también pide más competencias de inmigraciónEl lehendakari salió el miércoles de La Moncloa con las transferencias de litoral y cinematografía, lo que hace pensar en la inminente llegada de una edad de oro del cine naval vasco. Sucedió tras la celebración de una de esas comisiones bilaterales que demuestran que, ... siendo como se sabe todos Estado, el Estado se reúne a veces consigo mismo remedando cumbres internacionales. De la bilateral el lehendakari también salió con una reclamación, no se sabe si atendida o si sepultada como es habitual entre subcomisiones y grupos de trabajo. Tiene que ver con la gestión de la inmigración y es difícil no relacionarla con el anuncio que había realizado poco antes Salvador Illa en el Parlament. Lo hizo de un modo curioso. Como quien mira al cielo en Pallafrugell y nota que se acerca el viento de garbí impetuoso, fresco, húmedo: «Parece que tendremos pronto las competencias en inmigración».
Esas competencias son una exigencia de Junts, partido nacionalista al que le aprietan por la derecha (extrema) los nacionalistas de Alianza Catalana. El CIS catalán triplica los escaños del partido antiinmigración de Silvia Orriols y lo sitúa ya por delante de la CUP e igualado con los Comuns. La política descubre por las malas que no fue buena idea decirle a la gente que sus preocupaciones eran de ficción. Y ya se cruza la frontera de hablar de las fronteras. Lo que el lehendakari le dijo al Gobierno central fue, entre otras cosas sociolaborales, que quiere agilizar identificaciones y más recursos para quienes realizan esfuerzos extraordinarios. Por ejemplo, la Diputación de Bizkaia, que ayer declaró la situación de excepcionalidad en la acogida de menores no acompañados. Los centros están al 150% y «no dan más de sí». Mientras tanto, en España hay territorios que los esfuerzos los hacen mínimos cuando no inexistentes. Eso debería terminar con la reforma de una ley de extranjería que imponga la solidaridad y se sostenga en el acuerdo entre el Gobierno y el principal partido de la oposición. Que el asunto lleve unas semanas alejado de la trifulca mediática podría hacer pensar en negociaciones discretas en busca de soluciones realistas dignas de un país funcional. Parece imposible, pero es solo por la falta de costumbre.
Australia
Fue duro descubrir, sobre todo por los canguros, que Australia no está en nuestras antípodas. Pero puede que Australia esté en nuestro futuro. Ayer el Gobierno (socialdemócrata) del país aprobó una ley que impide el acceso a las redes sociales a los menores de dieciséis años. La prohibición prevé multas para las tecnológicas y sistemas de verificación que pueden llegar a ser biométricos y gubernamentales. Un argumento a favor es la simple salud pública. Los menores de dieciséis años tampoco pueden comprar alcohol o tabaco. Otro argumento a favor ya irrebatible es que Elon Musk asegura que la prohibición va contra los derechos humanos de los niños. Entre los argumentos en contra, la evidencia de que es imposible ponerle puertas al campo de Internet. Pero en Australia hacen una previsión realista que suena interesante: va a haber una generación de preadolescentes que intente burlar la norma por puro síndrome de abstinencia, pero puede que sus hermanos pequeños, y los que vengan después, crezcan mucho más libres y despreocupados al no sentir la necesidad de adentrarse en territorios que desconocerán y que ya tendrán tiempo de descubrir, a ser posible cuando puedan defenderse.
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