Tiempo y cadáveres

El presidente también había prometido autocrítica. Y la hizo de un modo original. Fue algo como: «Aquí ha habido muchos fallos y yo me incluyo, no me escondo, porque reconozco que no he podido hacerlo todo bien, sobre todo por vuestra culpa». La dimisión de Mazón sería una reacción tan proporcional y pertinente a lo ocurrido que más allá de ella se abre un orden lógico paralelo. Uno que te permite anunciar que renuncias, pero a la reelección y si no consigues liderar la reconstrucción de lo inundado. No se descarta que el liderazgo consista en que la reconstrucción no te pille todo el rato de comida por ahí. El descubrimiento de ayer es que en las Cortes valencianas el tono es muy respetuoso y la oposición es muy floja. «¿Dónde estabas entonces cuando tanto te necesité?», comenzó por ejemplo el sin par Joan Baldoví, colocando automáticamente en la cabeza de los asistentes y del público en general -los cadáveres, hay que ver, cómo se esfuman- la respuesta inevitable y los gorjeos de Manolo García: «Nadie es mejor que nadie, pero tú creíste vencer».

Bluesky asegura haber ganado un millón de usuarios en los últimos días. El movimiento sería un castigo al Twitter trumpista de Elon Musk, aunque la mitad de los exiliados siga ahora mismo en Twitter insistiendo en que se van o esperando a que su supuesta marcha cause algún efecto. Y eso que, dejando a un lado el síndrome de abstinencia, irse de una red social no parece complicado. Borras tu cuenta y listo. Sin embargo, la época exige que todo gesto sea un generador de discurso y hay quien parece creer que lo suyo en Twitter es heroico, pero al nivel de la Laureada de San Fernando. Está habiendo discursos a la nación sobre la permanencia en una red social. El ministro Puente, por ejemplo, proclama que se queda porque no va a «dejar de luchar». La lucha es escribir en el móvil. Y la toxicidad son siempre los otros. Qué espectáculo ver a personajes manifiestamente venenosos abandonar Twitter denunciando lo infecto del lugar. Con lo fácil que es irte, o quedarte, porque te apetece hacerlo. Por lo demás, todo apunta a que en Twitter pasa lo mismo que en la vida en general: insistir mucho en que te ausentas suele ser la manera más efectiva de descubrir que nadie ha reparado jamás en tu presencia.