El lehendakari apostó ayer por un «cambio sistémico» que evite el «deterioro continuo» de los servicios en Osakidetza. Sucedió dos meses y quince días después de que el lehendakari asegurase que los datos refutan las críticas generalizadas que «han calado en la percepción» sobre Osakidetza ... y sus servicios. Si no entiende nada, yo se lo explico: el sistema de salud es el mismo, pero los lehendakaris son distintos. Urkullu se dedicó hasta su último acto público a insistir en la idea que en él y en sus consejeros de Salud llegó a ser un mantra: Osakidetza puede necesitar mejoras puntuales, pero su calidad y prestigio son altísimos mientras las críticas son generalmente interesadas y por momentos antipatrióticas. Imanol Pradales, en cambio, ha llegado a Ajuria Enea concentrando una parte considerable de su capital político en un Pacto vasco de Salud que implica a partidos, profesionales sanitarios, sindicatos, universidades y pacientes, y no aspira a realizar cambios puntuales sino a «transformar el sistema».

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En términos diagnósticos la situación puede resumirse así: el médico anterior nos decía que tranquilidad y reposo, que no era nada, habladurías sobre todo, y el nuevo llega con refuerzos, instrumental, especialistas, robots, tomógrafos y máquinas que hacen '¡ping!'.

En términos políticos, que ambos pertenezcan al mismo partido invalida la excusa habitual de la herencia recibida y sitúa por ejemplo al presidente del PNV ante un imposible lógico: defender sucesivamente que Urkullu y Pradales aciertan de lleno haciendo justo lo contrario. El nuevo lehendakari se dio ayer seis meses para que el Pacto de Salud esté plenamente operativo. El impulso roza lo temerario. No hay que recordar que Osakidetza es la joya de la corona. El emblema del autogobierno. Incluso hemos oído que entre nosotros el paciente debe salir del centro de salud, no ya con el tratamiento adecuado, sino con orgullo. A mí me parece bien. La necesidad vence a la abstracción, el país envejece y, a partir de los cincuenta, la patria gloriosa es una cita rápida con el especialista.

Salud

Escuela de vapor

La actualidad impone raras exigencias y hace unos días la opinión pública y yo nos vimos frente a una 'tiktoker' que explicaba con el pecho como tiroteado por los electrodos de un Holter que había empezado a fumar cigarrillos electrónicos y había terminado en el neumólogo. Era una de esas noticias que llevan a sacar conclusiones. La mía: quizás el cigarrillo electrónico no sea tan perjudicial si contribuye a controlar la población de 'tiktokers'. Ahora, un estudio publicado en la revista científica 'Addiction' -desde 1884 estudiando conductas adictivas- incluye el cigarrillo electrónico entre los métodos mejores para dejar de fumar cigarrillos de los de siempre, o sea, analógicos. La sorpresa es mucha porque se nos venía diciendo que lo de vapear, además de perjudicial para la salud, funcionaba en la dirección contraria: como vía de entrada al consumo de tabaco. Nuestros médicos recuerdan que el chisme humeante es de uso reciente y queda mucho por estudiar, aunque ya se ve que bueno no es. Por ayudar a la ciencia desde el pensamiento divagatorio, recordaré que tampoco es tan infrecuente que los tóxicos funcionen mágicamente como causa y solución de los mismos problemas.

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