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Entre los fenómenos inexplicables de nuestro tiempo, pocos como la colonización de las inmediaciones del poder por una casta tecnológica con frecuencia indistinguible de una ... convención de candidatos a protagonizar un tiroteo masivo en un instituto. Por ejemplo, el CEO de la empresa que lanzó la criptomoneda que Javier Milei publicitó en Twitter con resultados catastróficos. En términos de inspirar confianza, el tipo consigue llamarse Hayden Mark Davis y parecerse a Mark David Chapman: el asesino de John Lennon. Quiero decir que es verlo y sentir que llega el magnicidio. Milei, sin embargo, no sospechó por su «tecno optimismo». Así que primero posó con el 'tecnobro' haciendo su gesto de pulgares fuera y mofletes dentro y después difundió en Twitter su criptomoneda. ¡Pero no la promocionó! Esa es la sofisticada defensa del presidente de Argentina después de que su intervención disparase el valor de algo que no tenía nada detrás y se derrumbó casi al instante, dejando forrados a un puñado de especuladores y arruinados a miles de ambiciosos incautos. «Es como el que juega a la ruleta rusa y le toca la bala», ha dicho también un Milei más tocado de lo habitual, despojándose de toda responsabilidad pero incluyendo al parecer entre las de su cargo la promoción de las sesiones de ruleta rusa en los bajos fondos de Saigón.
Con el escándalo resonando en medio planeta, Javier Milei evita autoimplicarse en una estafa reconociéndose como un ignorante en mercados secundarios. Tampoco debe de ser fácil para alguien que gusta de presentarse como un genio que está revolucionando la ciencia económica y aspira seriamente al Nobel. Siguiendo con personalidades audaces y megalómanas, Donald Trump también lanzó hace unas semanas una 'cripto' presidencial que subió como la espuma. Y Elon Musk se pasea por Washington azuzando a un 'tecnobro' imberbe y feroz al que apodan 'Pelotas Grandes'. El espectáculo es a su manera fascinante. Apenas quince años después de aquel 2008 en que Obama le dijo al sector financiero que era su Administración lo único que se interponía entre ellos y las horcas, estamos viendo cómo son los propios líderes políticos los que confían alegremente sus cuellos, no ya al sector financiero, sino a sus subsuelos más voraces, flipados y testosterónicos.
España
Le han bastado unas semanas a Donald Trump para poner el tablero internacional patas arriba y a la Unión Europea cabeza abajo. Y sin embargo el efecto realmente geológico, profundo, tectónico causado por Trump puede tener que ver con poner de acuerdo en algo a PSOE y PP, aunque sea solo en un diagnóstico. Porque lo que dicen el partido del Gobierno y el de la oposición sobre Ucrania, Europa y el gasto en defensa es básicamente lo mismo. También coinciden en insistirle al ciudadano en que el momento es histórico y decisivo. Todo eso hace que un temperamento lógico concluya lo evidente: ante una situación tan excepcional, los dos grandes partidos van a ofrecer una respuesta conjunta y estable. Hace falta, eso sí, que el temperamento lógico sea extranjero. Si es español, encontrará inevitable que los tiempos convulsos sean otra oportunidad para el desgaste doméstico, de modo que el Gobierno no emplace al principal partido de la oposición y este no le ofrezca lealmente su colaboración al Gobierno. Lo que hacen los grandes partidos es culparse mutuamente de lo que ocurre en Washington, en Moscú o donde sea. Como quien intenta eclipsar la guerra fría abriendo solemnemente la puerta de su nevera.
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