
Ruido atronador
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PSOE y PP aplauden el llamamiento a la calma del Rey sin darse por aludidosFelipe VI alertó en su discurso de Nochebuena sobre la contienda política «en ocasiones atronadora» y a los dos grandes partidos les ha parecido que ... estuvo el Rey acertadísimo. El problema es que conocemos a los dos grandes partidos. Y sabemos cómo funcionan. Ambos creen que son esos malnacidos de ahí enfrente los que impiden la cordialidad. Si a usted, querido lector, le parece mal esta equidistancia mía que intenta hacer creer que todos son iguales, le doy la razón en parte. ¡Qué van a ser iguales! Para transformar el país en una reyerta infinita de la que sacar ventaja, el PSOE levanta muros e identifica fascistas por encima de sus posibilidades mientras que el PP oscila entre la santa indignación de opereta y el insulto apocalíptico. La infatuación en el PSOE deriva hacia la superioridad moral; en el PP lo hace en cambio hacia el sainete. Hay sumilleres con suerte que catan grandes vinos. Yo paladeo y escupo propaganda.
Como el Rey habló de una «clamorosa demanda de serenidad», en Podemos le han acusado de representar a la ultraderecha. Imagino que ahora funciona así: el que hable de serenidad es el nazi. Los independentistas catalanes, una gente que en términos de concordia consiguió poner a una próspera sociedad mediterránea al borde del enfrentamiento civil, al Rey le exigen que pida perdón por un discurso de 2017 que parecen consignar -el PNV se suma a la dramatización- como la mayor agresión bélica del Estado opresor. La matanza del discurso de seis minutos. Fue en Cataluña donde vimos lo que sucede cuando se empuja interesadamente a una sociedad hacia el delirio y se inocula el olvido de que la gente vale siempre más que sus ideas. Es el error atronador en el que, pese a todo, la sociedad española no incurre. Todavía. Los partidos ahondan irresponsablemente en la polarización, buscan llenar cada rincón de ideología y ya hemos visto publicados argumentarios para defender al Gobierno en la cena de Nochebuena frente al cuñado facha. El milagro de la Nochevieja será que Génova reaccione, movilice a la prensa afín y el cuñado, tras las uvas, se transforme en Miguel Tellado.
Francia
Cada vez pinta mejor François Bayou. No solo ha elegido a Manuel Valls como ministro, sino que lo ha hecho aludiendo a su condición de «kamikaze» político. «Esto va a durar poco y va a ser un espectáculo antológico», podría haber añadido el nuevo primer ministro francés. «Así que necesito conmigo gente que sea capaz de cualquier cosa». Manuel Valls es por lo pronto alguien capaz de completar una biografía política fascinante e inacabable. Su trayectoria parecía haber terminado hace casi una década, cuando perdió aquellas primarias con Hamon. Pero qué va. Aún le faltaba tocar el fondo inconcebible de la política municipal catalana. Y Valls resurge ahora como ministro de Ultramar, de modo que el antiguo socialista ha pasado de postularse para reconstruir la Barcelona de Ada Colau a ocuparse de la reconstrucción del archipiélago de Mayotte en el Índico. Estos virajes al político francés le han costado una cierta fama de desleal, aunque a mí esto me parece muy injusto: su amor por el poder es puro y constante, a su manera ejemplar. También es reseñable su habilidad para deslizarse por la pista de patinaje de la alta política. De todos los ministerios posibles, ninguno con un nombre tan bonito como el de Ultramar.
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