Urgente Grandes retenciones en la A-8, el Txorierri y la Avanzada por la avería de un camión

Javier Milei apareció en el escenario del Viva 24 de Vox, «gran convención de patriotas europeos», y se puso a cantar su versión de 'Panic show', la canción del grupo La Renga, algo así como los Obús de Buenos Aires: «Hola a todos, yo soy ... el león. / Rugió la bestia en medio de la avenida. / Lloran los zurdos sin entender…» Yo creo que tampoco entendió nada Marine Le Pen, en primera fila junto a Abascal y el resto de invitados internacionales. Lo de Milei es raro. De existir, su magnetismo funciona al revés: da apuro mirarle. Sobre todo, cuando grita. Ayer lo hizo un momento y luego se pasó el resto de su intervención leyendo pésimamente unos papeles de los que no levantaba la mirada. Las gafas se le deslizaban nariz abajo. Era como si la abuelita se hubiese zampado al león.

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Además de llamar con premeditación manifiesta «corrupta» a la mujer de Pedro Sánchez, Milei dedicó su discurso a echar pestes del Estado y la justicia social, lo que da cuenta del lío que se traen en Vox con los referentes. Ayer aclamaron a un libertario extremo y anteayer, a cuenta de la brecha generacional, los jóvenes del partido parecían añorar la OSE y el Instituto Nacional de Vivienda. Hay distancias imposibles de saltar. Para importar el discurso de Milei sobre el socialismo trayendo muerte y destrucción tienes que creer en serio que Carlos Cuerpo es una especie de ministro sandinista. La explicación es por supuesto que solo importa el 'show' y la confrontación. Por eso Trump es el modelo último de Vox y ayer se volvió a hablar de él como defensor de la gente corriente y la moral tradicional. Lo hizo, por ejemplo, Matt Schlapp, poderoso y arquetípico 'insider' republicano al que no se le caen Dios y la familia de la boca y al que no hace ni un mes sí se le cayó medio millón de dólares para evitar la demanda de un subordinado al que supuestamente tanteó por el lado de la entrepierna y por el de invitarle a subir a la habitación. Hay distancias que además son imposibles de tomar en serio. «¡Dejad de ver la CNN!», rugió ayer Schlapp en Madrid, ya se ve que al tantísimo de cómo funcionan las cosas en España.

Afganistán

Destino peligroso

En la página del Ministerio de Exteriores con recomendaciones para viajar a Afganistan aparece la mezquita Shah Doh Shamshira y un aviso: «Se recomienda no viajar a Afganistán en ninguna circunstancia». Por si el símbolo de exclamación que precede a la frase no basta, el adverbio de negación aparece en mayúsculas: NO. Si sigues leyendo, descubres que el Ministerio «insta encarecidamente» a no viajar y, en caso de hacerlo, propone un estilo infrecuente de turismo consistente en restringir al máximo los desplazamientos y evitar los lugares públicos. El problema en Afganistán no son los carteristas sino los secuestros y los atentados. El viernes en el mercado de Bamiyán un tipo abrió fuego con un kalashnikov contra un grupo de turistas, matando a tres ciudadanos españoles e hiriendo a otros cuatro. Entre los heridos, una bilbaína de ochenta y dos años con experiencia en viajes a esa clase de países a los que el Ministerio recomienda no viajar. Los aventureros regresan siempre proclamando que la gente allí es fantástica. No les queda mucho mundo libre a los aventureros. Es probable que el destino en el que hoy no te encuentras con turistas sea uno en el que a los turistas, si pueden, los ametrallan.

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