Tampoco es sencillo el 'aggiornamento' en lo referente a siglas que se le exige al ciudadano español. Implica estar al tanto de que el AOVE es el aceite de oliva bueno mientras que LOVG es La Oreja de Van Gogh, el grupo no solo de ... pop sino incluso guipuzcoano. A partir de ahí, hay que afrontar la situación valientemente. El AOVE está carísimo y LOVG ya no tiene cantante. Diecisiete años después, Leire Martínez deja la banda. Si la ruptura es dramática, el comunicado es peor. El grupo y la cantante se separan tras «mucho tiempo de reflexión y profundas conversaciones en las que no hemos conseguido acercar nuestras diferentes maneras de vivir el grupo». Todo malas noticias. Las reflexiones han sido profundas -¿qué necesidad habrá?- y la banda no se separa por lo rutinario en el sector, lo habitual, lo tolerable -egos, drogas, satanismo, millonadas- sino porque en LOVG estaban viviendo el grupo de diferentes maneras.
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Se imagina uno al bajo, pongamos por caso, viviéndolo como si tocase en un conjunto de cumbia villera. Y se pone uno de su lado. Pero el drama está en que no se sabe si la salida de Leire Martínez implicará el regreso de Amaia Montero, la cantante original que dejó el grupo en 2007 para autoinvestirse reina del pop y reinar por ahí, por el pop, de un modo titubeante. Durante años, los fans de Amaia han convertido a Leire en una villana y ahora Leire puede ser la víctima antológica de su predecesora. La Oreja de Van Gogh es un grupo de pop colorista, pero su trastienda es '¿Qué fue de Baby Jane?'. Lo que no impide que, treinta años después, sigan ahí, en la brecha. Pablo Benegas, el guitarra, lleva ahora unos sombreros asombrosos que quedan entre el teniente Blueberry y Finito de Córdoba. Y por alguna razón los chavales de veinte años cantan 'Rosas' («Desde el momento en el que te conocí / resumiendo con prisas 'Tiempo de silencio' / te juro que a nadie le he vuelto a decir / que tenemos el récord del mundo en querernos») no solo con entusiasmo exento de ironía, sino con ganas de provocar. Como sus padres cantaban 'Should I stay or should I go'.
FIFA
La explotación del centrocampista por la FIFA es una variante inesperada de la explotación del hombre por el hombre. Estamos comprobando que tiene consecuencias. Por ejemplo, los ligamentos de Rodri, estrella del Manchester City, rompiéndose poco después de que el jugador denunciase la sobrecarga de partidos y situase a su sector profesional, el de los jugadores de máximo nivel, a un paso de la huelga. Ahora las ligas europeas y los jugadores denuncian ante la Comisión Europea la posición semiesclavista de la FIFA, que, además de a jugar las competiciones habituales, obliga a jugar nuevas y multitudinarias competiciones europeas que apenas se entienden y campeonatos de selecciones que hasta ayer no existían. Es la antesala de la huelga revolucionaria, ojalá con los futbolistas de élite organizándose en sóviets y haciendo barricadas con los coches de lujo. Los expertos en medicina deportiva explican que el cuerpo de los futbolistas necesita al menos tres días de descanso entre partidos. Nadie se acuerda de la salud de los aficionados, colectivo de suyo castigado por la vida que el esfuerzo lo hace por el lado emocional, que es el peor, y que hasta la fecha, incomprensiblemente, no está sindicado.
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