Querido ciudadano
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Fin de año ·
Los discursos de los presidentes autónomicos ya incorporan dronesLa mayoría de los presidentes autonómicos dan su discurso de Navidad en Nochevieja. Yo creo que hasta fechas recientes lo hacían por si Papá Noel les traía una 'steadycam' y podían grabar sus discursos en movimiento. Hoy los presidentes esperan un dron. Algunos ya lo ... tienen y sus mensajes comienzan con planos aéreos asombrosos. Los que aún no lo tienen se conforman con que los filmen caminando a ras de suelo. Son planos de gran naturalidad y sorprende que los discursos no comiencen todos así: «Queridos ciudadanos: estaba recorriendo como suelo la comunidad a pie y de madrugada y me he encontrado casualmente en este patio tan iluminado con un teleprónter…»
En su mensaje de este año el lehendakari empezó a decirnos adiós a los vascos. Y hola, tal vez, a la perilla. Urkullu comenzó también aludiendo al primer mensaje de Nochebuena de José Antonio Aguirre, diciembre de 1936, cuando «nuestro pueblo estaba siendo atacado». Si, además del plano aéreo, la tecnología permitiese la interrupción, yo creo que habría levantado la mano para preguntar si de nuestro pueblo era, pongamos por caso, un Echave-Susaeta sublevado o un Olmos leal y del batallón Bakunin. O si, estando tan claros los bandos y los pueblos, no es raro que aquella Nochebuena en la batalla de Villarreal fuese precisamente entre gudaris y requetés donde se dieron episodios de confraternización.
El ejemplo indica la disonancia: mientras la institucionalidad requiere ceremonia, la política requiere intervenciones con preguntas. Podrían pensarlo los presidentes autonómicos en Navidad, cuando, a diferencia del ciudadano, el periodista no está brindando y está atento. Al comienzo de 'Il Mattatore', a Vittorio Gassman le piden en el patio de la cárcel que demuestre que es actor y, entre espasmos de enorme intensidad dramática, se arranca con el discurso de Antonio en 'Julio César': «¡Escuchadme, ciudadanos de Roma!». Al instante un preso protesta: «¡Yo soy de Zagarolo!». En el fondo, lo peor de los discursos es que la solemnidad la aporta inevitablemente el público.
Japón
Cristina Pedroche mostró su vestido antes de las campanadas y gritó: «Soy agua, soy una ola, soy como las olas uterinas que me trajeron a mi hija». El vestido era verde, exiguo y con simbolismo. «Una botella de 'Sprite' tras un incendio», me sugirió mi instinto metafórico. Pero no. El vestido simbolizaba el mar y atañía directamente al planeta. Como es lógico, el planeta respondió a las pocas horas con un terremoto de magnitud 7,6, pero no en Vallecas sino en Japón, país que se vio obligado a activar la alerta en lo tocante a olas, pero no uterinas sino gigantes. Tsunamis. Recordar el desastre de 2011, accidente de Fukushima incluido, fue por tanto lo primero que hicimos en la primera mañana de 2024, año que habíamos quedado la víspera en que iba a ser feliz. Por fortuna, en Japón la alarma y la evacuación funcionaron bien y no se registraron problemas en centrales nucleares. Ayer por la tarde el riesgo pareció descender a la espera de posibles réplicas. Ojalá haya suerte y esa gente no se vea obligada a exhibir de nuevo su pasmoso estoicismo. En el siglo XIII el poeta zen Kokan Shiren describió así un temblor de tierra: «No hay viento y las campanillas siguen sonando». Tampoco hace falta gritar por todo.
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