El lehendakari pidió el lunes a las diputaciones que no interfieran en la decisión sobre el enlace del TAV con Navarra. ¿Se hará por Álava o por Gipuzkoa? Hasta ahora, los informes del ministerio parecían apostar por la primera opción, que es entre otras cosas ... la menos cara, pero en Gipuzkoa Eider Mendoza defiende con uñas y dientes la conexión por Ezkio. Hasta el punto de que ayer, un día después de que el lehendakari pidiera cautela, la diputada general salió a decir que el Gobierno vasco ratificaba su defensa de la conexión guipuzcoana. Al rato la portavoz Ubarretxena recordaba circunspecta que el lehendakari solo había dicho lo que había dicho y pedía seriedad insistiendo en el argumentario: «Estamos hablando de una infraestructura milmillonaria a un plazo de 120 o 150 años vista». Por añadir contexto, también hablamos de una infraestructura propensa al humor cuántico. Si se fijan, la decisión sobre por dónde va a llegar el TAV a Navarra va a tomarse diez o quince años después de la fecha en la que se nos aseguró que estaríamos nosotros mismos tomando el TAV para ir a Navarra.

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Organizar sobre semejante desastre un lío político interno es la clase de disparate que ya verán cómo termina ocurriendo. Es difícil no interpretar la salida de ayer de la diputada general de Gipuzkoa como un desafío y es fácil relacionarla con la novedad en el cargo de Pradales y la situación del PNV, un partido que en otro prodigio cuántico se impone al mismo tiempo la urgencia y la parsimonia, generando escenas llamativas. Andoni Ortuzar, por ejemplo, insistiendo en el ancestral, pausado y escrupuloso formalismo de un partido al que no hace ni un año vimos sacar a Urkullu de Ajuria Enea sin previo aviso y por la ventana. Volviendo al tren, antes de las vacaciones la portavoz del Gobierno vasco garantizó que todos íbamos «en el mismo barco». Pareció una contradicción en términos de medios de transporte, pero, a poco que se encarnice la controversia territorial, puede que fuese la primera parte de una descripción exacta y realista: en el mismo barco y en el camarote de los líos.

CGPJ

Renovado y presidido

Mañana tendrá lugar la tradicional apertura del año judicial, pero se romperá la tradición reciente: ese presidente del Tribunal Supremo cada vez más harto clamando en vano por la renovación del Poder Judicial. Mucho mejor, claro. Pero tenía su cosa ver a una altísima autoridad así, tan tapizada en terciopelos y remachada con condecoraciones, no sabiendo ya si amenazar a los políticos con la dimisión o si con cometer una locura. Por suerte, el CGPJ no solo está renovado sino que tiene hasta presidenta. Se trata de la magistrada Isabel Perelló, a la que ayer se le hizo del adjetivo 'progresista' un patronímico. Perelló va a ser la primera mujer en presidir el Tribunal Supremo en sus dos siglos de historia. «Entenderán mi sonrisa», les dijo Pilar Alegría a los periodistas, que quizá no esperaban que les incumbiese así la exégesis de la felicidad ministerial. «Una mujer progresista», valoró la portavoz del Gobierno. «Una mujer catalana», continuó. ¿Y se le entendió la sonrisa? Pues como se entiende que el Banco de España tenga hasta más años de historia que el Supremo, pero lo ideal no sea que lo gobierne otra mujer sino José Luis Escrivá, un señor exministro. Un señor progresista. Un señor de Albacete.

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