Presos y payasos

La Comisión de Derechos Humanos del Parlamento vasco se ocupó ayer de Pirritx, Porrotx y Marimotots. Fue Joseba Azkarraga, que comparecía en representación de Sare, la red de apoyo a los presos vascos, pero solo a los de ETA, quien denunció la «campaña de criminalización» ... contra los payasos. Ojalá rodase Netflix un documental en el que se viese a Takolo maquillándose frente a un espejo mientras explica que él le advirtió a Porrotx de que no siguiese por ahí. En la siguiente escena, Txirri, Mirri y Txiribiton reivindicándose como payasos de orden y recordando que ellos no les hablaban a los niños de presos sino del perro 'Pintto', del PNV y de la conveniencia de abrirse un buen plan de pensiones en una caja vasca. No se ha inventado aún la unidad de medida capaz de abarcar la cantidad de doctrina que se traga en sus años de formación un niño vasco normalito. Una campaña de Sare con llaves gigantes para «abrir de par en par las puertas de la solución y la convivencia» (atiende, Pedro) devuelve a las noticias a Pirritx, Porrotx y Marimototots. Aparecen en un vídeo rodeados de niños que cantan con ellos «Presoak etxera bai, presoak etxera bai, parabapapapapa!». Covite ha denunciado y la Ertzaintza investiga. No hay ninguna novedad. Llevamos así, al menos, desde 2001, cuando Pirritx era en su vida civil concejal en Lasarte y no elevó el más mínimo reproche el día que a Froilán Elespe, concejal socialista que se sentaba frente a ella en cada pleno, ETA le voló la cabeza de un disparo, parabapapapapa. Recordarlo está fuera de plazo y es revanchismo, porque -lo dijo ayer Joseba Azkarraga como quien recurre a la carta ganadora en el 'Uno'- «ETA no existe, desapareció». Bueno, en el País Vasco existen unos payasos que victimizan a los victimarios. Respiran dinero público y se les promociona a ojos vista el ascendiente sobre la infancia. No son una anomalía. Son una definición. Una exacta y profunda definición resaltada con colores estruendosos.