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Estados Unidos y Rusia pactan un alto al fuego parcial de treinta díasTrump y Putin se estuvieron ayer más de dos horas al teléfono. Menuda conferencia, aunque la tarifa del teléfono rojo es un misterio. A mitad ... de conversación, alguien salió del Despacho Oval y tranquilizó al mundo como quien asoma la cabeza desde un quirófano. «Está yendo bien». Media hora después, el asesor volvió a sacar la cabeza. «Siguen hablando». Que la paz mundial dependa de un telefonazo entre los dos presidentes refuerza la narrativa de los hombres fuertes capaces de solucionarlo todo personalmente. Ambos explican que lo hacen por la paz mundial, aunque uno venga de bombardear Yemen y el otro de invadir Ucrania.
No se repite lo suficiente que el papel de Putin es el del matón que te insta a que te responsabilices de un modo sincero en la solución de la paliza que te está dando. En un despliegue de cinismo que podrían bailarlo los cosacos del Volga, ayer Rusia volvió a coincidir con Estados Unidos en que la guerra nunca debió comenzar. «¿Nos referimos a la guerra que comenzaste tú?», podría haber preguntado Trump de disponer en su cabeza de alguna noción moral generalista. «Sí, Donald, esa misma», habría respondido Putin sin que se detectase en su rostro el más mínimo gesto identificable.
Tras la conversación entre los grandes hombres llegó el anuncio del alto el fuego. Será de treinta días, aunque no será total, como quería Estados Unidos y como aceptó Ucrania, país invadido al que se excluye de las negociaciones para que no estorbe. Se limitará a las infraestructuras energéticas, que esta vez van antes que las mujeres y los niños. Tras el alto el fuego inicial, se trabajará por la tregua en el mar Negro, el alto el fuego total y la paz permanente. Es difícil saber quién ganó ayer, pero Estados Unidos no tiene su alto el fuego y Rusia tiene uno parcial con el que jugar ahora a que lo rompen los demás. Si el entusiasmo sirve como indicador inverso, es probable que Trump anuncie pronto que su manejo ayer del teléfono lo sitúa ya por delante de Napoleón y Mahatma Gandhi en términos de estrategia y pacifismo. Con su aspecto de entrenador del CSKA al que acaban de fusilarle a toda la plantilla por revisionistas, el portavoz del Kremlin Peskov le dedicó ayer a la llamada telefónica dos adjetivos recién sacados del congelador: «Detallada y franca».
'Gran hermano'
La casa de 'Gran Hermano' se traslada. Lo anuncia Telecinco: «Adiós, Guadalix de la Sierra. Hola, nuevo destino». Hay quien eleva la mudanza a la categoría de histórica y eso nos recuerda que casi han pasado veinticinco años desde que el 'reality' inaugural llegó a nuestras vidas. Mercedes Milá dijo entonces lo del «experimento sociológico». Era verdad, hoy lo sabemos. También sabemos que los experimentos es mejor hacerlos con cobayas. Además de toneladas de tele tóxica, de la casa de 'Gran Hermano' han salido genealogías de pícaros y juguetes rotos, una condena por abuso sexual y un excandidato de Ciudadanos al que detuvieron por maltratador tras esconderse en los bosques, pero no como Thoureau sino como Rambo. El programa también ha perfeccionado una narrativa cínica, patética y amoral que ha calado hondo, llegando hasta la política. Reconozco que pensaba que el alcalde de Guadalix aprovecharía la marcha del 'reality' para exigir que dejase de relacionarse su pueblo con la infamia. Me equivoqué. Quiere montar un museo. Lleva razón. La memoria es importante. En Budapest también transformaron el edificio de la policía fascista y comunista de la Avenida Andrassy en la Casa del Terror.
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