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Pedro Sánchez visitó al Papa en 2020 y Francisco le dijo una frase misteriosa: «La patria es lo más difícil que hemos recibido». El pontífice desarrolló la idea a su manera y le pidió al presidente que se la trasladase al Parlamento: «La patria es ... algo que hemos recibido de nuestros mayores y algo que tenemos que dar a nuestros hijos».
Tengo una teoría desesperada. Cuando ayer Pedro Sánchez colocó lo de que «la patria no es solamente hacer patrimonio» no cargaba contra Rafael del Pino, presidente de Ferrovial, sino que por alguna razón respondía con tres años de retraso al Papa. Desde Helsinki. Como si se le hubiese ocurrido de pronto una idea lo suficientemente confusa y pontifical.
Por desgracia, mi teoría no funciona. La idea de relacionar el cambio de sede social de Ferrovial con la falta de patriotismo la puso a circular el Gobierno nada más conocerse la noticia. Se aplicó especialmente la ministra Calviño, que a veces es Nadia y a veces Nadiezhna. Lo de señalar personalmente al presidente de la compañía -como si una multinacional fuese un pequeño negocio familiar- tardó unas horas de presumible cálculo estratégico. Por no desechar una teoría sin haberle dado uso, pruebo otra vez: a Pedro Sánchez le preocupa lo de Ferrovial porque el Papa Francisco le enseñó que la patria es dejarle a tu sucesor el Ibex como lo recibiste.
Resulta que todos sabíamos que las multinacionales no tienen corazón, y que les afectan lo mismo (nada) las banderas y las opiniones de Belarra, menos el Gobierno, que acaba de enterarse. Y en lugar de manejar en la trastienda los mecanismos sofisticados del poder empuja al país a un mitin y apela a la patria. Señalemos que el razonamiento deriva fácilmente en la necesidad de que en las licitaciones de obra pública el gobernante le premie al constructor el patriotismo. En algunos sitios sabemos cómo acaba. Viendo que Moncloa les fusila el truco estrella, ayer en Podemos exigían con santa indignación que Ferrovial devuelva el dinero público recibido. Imagino que la empresa exigirá a cambio la devolución de lo construido: la estructura metálica del Guggenheim, la Autovía A-66 entre Gijón y Sevilla, el Viaducto del Nalón o la Plaza Mayor de Madrid, pero tal como está ahora, reformada.
País Vasco
Dos horas antes del funeral de Isaías Carrasco en la iglesia de San Juan, Mondragón parecía sufrir un vulgar exceso de ambientación. El día era lluvioso y oscuro. El centro del pueblo estaba desierto. El ambiente era hostil. Solo parecía haber luz, con plena intención, en algún bar abertzale. En las ventanas de las casas se veía de vez en cuando a alguien que asomaba tras las cortinas y enseguida desaparecía. Al día siguiente, en San Mamés se guardó por Isaías Carrasco un minuto de silencio que duró diez segundos. Ahora sabemos que lo que se hizo después con el hijo pequeño del concejal socialista fue acosarlo en clase. Anteayer decía el lehendakari que en nuestras aulas se trabaja con un relato veraz del terrorismo y se hace partícipes a los jóvenes en la construcción de la memoria. Los vascos debemos estar orgullosos de la sincronización. Parece que se ha empezado nada más terminar de maltratar a la última víctima.
Reino Unido
Por más que lo negase en el Parlamento, Boris Johnson sabía que aquellas reuniones con alcohol y picoteo durante el confinamiento vulneraban las normas dictadas por él mismo. Lo dice un informe preliminar de la comisión parlamentaria que investiga el 'Partygate'. Y es la mejor opción. ¿No sería peor que el Gobierno ni conociese las reglas que estaba imponiendo a la gente? Tras la publicación del informe, el viejo Boris celebra que demuestre su inocencia y le dé la razón. Y añade que, si en el fondo no lo hace, es porque está todo amañado.
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