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Las explosiones de las baterías aconsejan sacar a los patinetes de los vagones de tren y metroEuskotren y Metro Bilbao prohíben los patinetes eléctricos. No se podrá sobrepasar con ellos la línea de canceladoras. Ni siquiera llevándolos plegados o en mochilas. Ya se habían prohibido estos vehículos en Renfe y en el metro de Madrid, donde se dio a mediados de ... octubre el hecho desencadenante: un patinete estalló en la Línea 2 y hubo que interrumpir la circulación y desalojar la estación de La Elipa. No hubo heridos de milagro. Las fotos que pronto comenzaron a circular mostraban un vagón calcinado con los asientos hechos trizas y las puertas y ventanas rotas. El destrozo era casi incongruente: el paisaje habitual tras una bomba. Solo que no había bomba. Bastó una batería probablemente manipulada. No está permitido pero hay quien truca los patinetes para que corran más. Que un patinete pueda estar relacionado de algún modo con la transgresión es algo que nuestros abuelos no entenderían.
Para entender la decisión de Euskotren y Metro Bilbao hay que pensar en el peligro de que una batería estalle, pero también en la evidencia de que hay sistemas de transporte en los que no pueden permitirse ni los sustos. Tras lo ocurrido en Madrid comenzaron a aflorar los datos y son rotundos, especialmente en ciudades con gran densidad de población donde el patinete es también un modo de ganarse la vida. En los últimos tres años, los incendios provocados por baterías de litio han igualado en Nueva York a los provocados por causas eléctricas y han superado a los que se originan al modo doméstico tradicional, que consiste en ponerse a cocinar o en encender un cigarrillo. Es curioso: hay algo en los patinetes eléctricos que complica de un modo pertinaz la convivencia en el ecosistema urbano. Una vez demostrada su peligrosidad como depredador que invade aceras en busca de pacíficos peatones, resulta que al patinete los trenes le inspiran para hacerse estallar como un yihadista con manillar. Tiene hasta mérito ser un objeto inanimado y no tener perdón posible.
CGPJ
En lo que fue una metáfora española a interpretar, el líder de la oposición tuvo que esperar ayer a que saliera el Gordo antes de salir él mismo a informar sobre su reunión con el presidente. La alternativa era arriesgarse a que a la prensa le tocase la lotería mientras hablaba y lo dejasen solo. Así que Feijóo combinó conceptos: «A España no le ha tocado el Gordo». Luego detalló las peticiones que le hizo a Pedro Sánchez en lo que pareció un intento de sustituir el Parlamento por la charla entre jerarcas. Feijóo explicó que el presidente le dijo que no a todo, pero aceptó que la Comisión Europea les «supervise» la renovación del Poder Judicial. Pilar Alegría usó después «mediación y verificación» por si cuela equipararlo a lo de Puigdemont. Parece que a nuestros líderes no les importa humillarse y reconocer que necesitan la tutela de Bruselas porque son bastante incompetentes. Pues a ver si así. Al ser Navidad, Sánchez le hizo un regalo a Feijóo: el penúltimo libro de Muñoz Molina. En lo que es una metáfora española obvia, el libro comienza con el autor saliendo a la calle tras el estado de alarma y presenciando al instante una riña de tráfico en la que dos conductores llegan a las manos.
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