Pancartas de choque
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8-M ·
La estrategia partidista del momento fractura y tensiona el Día de la MujerResumiéndolo un poco, la jornada del 8-M comenzó con una conductora arrollando a unas jóvenes que intentaban cortar una calle en una manifestación feminista en Barcelona y con Pedro Sánchez recordando en el Congreso la foto de Feijóo en el barco del narco. No ... son, por supuesto, sucesos equiparables. Aunque ambos se expliquen por la tensión del momento, el atropello no tuvo por qué ser premeditado. El presidente del Gobierno llevaba en cambio al narco perfectamente envuelto en una respuesta alegórica de tipo marítimo/naviero. Al echarlo sobre el tapete de la sesión de control, intentó endosarle al PP los tantos negativos de la corrupción y, sobre todo, conseguir que los focos se alejasen, en el Día de la Mujer, de la división del Gobierno feminista a causa del feminismo y del detallito molesto: lo del diputado propio fotografiado en un burdel.
Resumiéndolo un poco más, el 8-M comenzó confirmando lo que ya se demostró la víspera en el Congreso con la ley del 'sólo sí es sí': la causa feminista está secuestrada por la estrategia partidista, no ya del momento, sino del instante. Y el espectáculo resulta al tiempo agresivo, hipócrita y grotesco. Eso explica que, a media mañana, cuando vimos cómo unas feministas clásicas interrumpían una especie de 'tuppersex' escolástico de feministas posmodernas con la ministra Montero y la secretaria de Estado 'Pam', pareciese normal que la moderadora fuese Carlota Corredera, directora clásica del posmoderno 'Sálvame', el programa por el que tanto luchó Clara Campoamor.
Con las manifestaciones, la tarde del 8-M demostró que el feminismo en provincias propende menos al hermanicidio. Es como si el 5G fallase y fuera de Madrid, a las ciudades más pequeñas, no llegase bien la cobertura de la cizaña ministerial. El caso es que en la capital el feminismo se partió en dos por segundo año. En una mani se pidió la dimisión de Irene Montero. En la otra, se cantaron cosas feas de las 'terfas'. Tras la pancarta más propicia, la ministra María Jesús Montero aseguró que con la división «damos una imagen unitaria». Cabe suponer que, tanto tiempo después, en el PP tendrán más trabajado el argumentario y podrán neutralizar lo del barco del narco, qué sé yo, citando algún poema marítimo de Rosalía o recordando que tampoco hay que criminalizar las embarcaciones de recreo.
Caso Negreira
Al árbitro Negreira hay que valorarle la vocación de servicio. Tras los burofaxes aquellos en los que amenazaba al Barcelona con llevarlo a juicio bajo lo que parecía un tipo penal de su invención -incumplimiento flagrante del chanchullo-, se ofreció para echar un cable con la tecnología. «Puedo ayudaros con el VAR», comunicó, al parecer, en 2020. Ayer Javier Tebas, ese hombre tranquilizador, dijo que el 'caso Negreira' pinta mal. Menuda vista. Luis Rubiales insiste en que todo es anterior a su llegada. «¿No ven que no hay jeques?», podría añadir. La Fiscalía denuncia al fin al exárbitro y al Barcelona, pero eso solo afecta al presidente Bartomeu. Sus antecesores pagaban igual, pero les ha prescrito la cosa. Es el fútbol, en realidad, lo que pinta mal. Pero no mal en plan un poco mal. Mal fatal. De reforma integral o derribo.
Caso de Miguel
La vida es una novela de Paul Auster, está llena de casualidades. ¿En Nueva York? Y en el País Vasco. A la denunciante del 'caso De Miguel' le llegó la inspección de Hacienda tres días antes de que estuviese citada en el juzgado para ratificar las acusaciones que han terminado como sabemos. «De todos los contribuyentes de Bizkaia…», se diría la mujer al recibir la notificación. Preguntado por el caso, el diputado vizcaíno de Hacienda recuerda que los procedimientos son objetivos y reglados. «Me pregunto qué azar de la fortuna», se diría la denunciante del 'caso De Miguel', todavía con la carta de Hacienda en la mano y el recordatorio saltándole en el móvil: «Lunes, juzgado. Denunciar altos cargos partido de gobierno».
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