Otra opción es que el palacete de París, el palacete del PNV, el palacete por antonomasia, esté hechizado. Eso explicaría lo inexplicable. Por ejemplo, que en el PP hayan pasado en cuestión de días de considerar su entrega al PNV como un regalo, un privilegio ... y un pelotazo a considerarlo una de esas cosas inevitables que tiene la vida. A quién no le ha pasado. Naces, creces, te enajenan un inmueble en el Distrito VIII, 'rive droite', junto al Sena… Que en el movimiento Alberto Núñez Feijóo haya salido a reconocer enérgicamente que sus decisiones como líder de la oposición se ven condicionadas por lo que el Gobierno pueda decir de ellas ha sido espectacular. Puede que desde el inspector Closeau no se haya visto al desconcierto cristalizar de semejante modo en solemnidad.
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El siguiente fenómeno paranormal que ha originado el palacete ha sido un cruce de cartas entre Vox y el PNV. Son cartas de esas que sus autores llaman con frecuencia 'misivas', lo que anticipa que son sobre todo ilegibles. La de Vox la firma Santiago Abascal y es de tono amenazante y leguleyo. En ella Abascal, que no había intervenido hasta ahora en este asunto tan vistoso, se erige repentinamente en autoridad y da un plazo de veinticuatro horas para la devolución al Estado del edificio parisino. La carta del PNV la firma Andoni Ortuzar y, a la espera de próximos acontecimientos, cabe imaginar que Aitor Esteban la suscribe. Su tono se pretende a ratos vacilón y a ratos historicista y resume ampliamente el informe de la secretaría de Estado de Memoria Democrática que avala la devolución del inmueble.
Abascal define en su carta esa devolución como «ilegítima, fraudulenta, caprichosa, desviada y arbitraria, además de intrínsecamente ilegal». Si se fijan, está en contra. Ortuzar a cambio define la carta de Abascal como una «ristra de falacias». Que Vox amenace con llevar la cesión del palacete a los tribunales sirve al menos para recordarnos el fenómeno mistérico original. ¿Por qué un viejo pleito sobre la propiedad de un edificio no se resuelve yendo al notario y puede que al juzgado, sino yéndose al Gobierno en apuros para que lo camufle entre revalorizaciones de pensiones y ayudas de emergencia dentro de un real decreto ley limitado constitucionalmente a casos de extraordinaria y urgente necesidad?
Washington
Todavía estaban rescatando cadáveres del Potomac tras el choque entre un helicóptero militar y un avión comercial en el aeropuerto Reagan de Washington y Donald Trump informaba a la nación: lo que no puede ser es que los controladores aéreos sean «gente normal» en lugar de «genios». Hay que poner genios frente a esas pantallas anodinas y decisivas. Trump ahora todo lo arregla con genios. Así que la respuesta a un desastre cuyas causas se están investigando es sacar de la torre de control a personas normales y templadas, capaces de concentrarse y tomar decisiones para dejar paso a alguna clase de genio. Nikola Tesla, pongamos por caso. Un genio absoluto que dormía dos horas al día, bebía whisky para vivir más años, tenía fobia a los objetos esféricos y pensaba sobre todo en palomas. Súbete tú a ese avión, que te controla Tesla. Trump también informó ayer de que con Obama y Biden se contrataban controladores aéreos con problemas físicos y mentales. Tras un accidente con más de sesenta muertos. Después de pedir un minuto de silencio. Y antes de afirmar con la misma certeza demencial y rutinaria que él, don comandante en jefe, tampoco sabe si lo ocurrido es «necesariamente» culpa de los controladores.
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