Hay que reconocérselo deportivamente a la otra comunidad histórica: si la campaña vasca fue rarísima, la catalana tampoco ha estado mal. Comenzó con el presidente del Gobierno anunciando que igual lo dejaba y parando la actualidad política durante cinco días para monopolizarla después otros cinco. ... Y termina con el BBVA lanzando una OPA hostil sobre Banco Sabadell y poniendo milagrosamente a todos los partidos que se la juegan el domingo de acuerdo: el movimiento no gusta en Cataluña desde el PP hasta la CUP, aunque con distinta intensidad. Mientras a Salvador Illa le suenan mal «el modelo y las formas», a Puigdemont le indigna que haya «una estrategia para liquidar la actividad bancaria catalana». La diferencia explica que haya quien desconfíe de las encuestas: en Cataluña es últimamente mucho más productivo el victimismo que los modales.

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Las encuestas sin embargo dan como ganador al candidato del PSC para a continuación volver oscura cualquier posibilidad que permita la gobernabilidad en Cataluña y al tiempo no reviente la de España. Solo pensar en sacar las calculadoras de escaños, con todo lo que ello implica de mercadería, cinismo y extorsión, pero teniendo esta vez por medio incluso a los ultras de Aliança Catalana, extenúa de antemano. Sobre el partido de Silvia Orriols, una constatación inmejorable: tras estos días de entrevistas y visibilidad, donde su estilo ha generado auténtica admiración es entre las filas de Vox. Mientras tanto, los grandes partidos nacionales han modulado su estilo a golpe de encuesta porque los principios se regulan como si tuviesen termostato. Dura la campaña una semana más y vemos a Illa subido a un 'patrol' de la Guardia Civil con Lluís Llach y a Feijóo liderando frente a las cámaras una cuadrilla de Desokupa. ¿Y Aragonès? ¿Se acuerdan? Ayer podríamos haber pensado en él, pero lo impidió la gente de las altas finanzas. Cómo son. Quieres lanzarte a por un banco catalán, ves que en Cataluña están en plena campaña de unas elecciones que pueden afectar al Gobierno de España y ni lo dudas: «¡Ahora o nunca!».

Israel

Churchill o Chamberlain

Israel automatiza de un modo tan absurdo que las críticas a su Gobierno son antisemitismo que ya falta poco para que acuse a su mayor aliado de odiar a los judíos. El representante de Israel ante la ONU frenó ayer justo antes de la línea y aseguró que el anuncio de Biden de cortarles el suministro de armamento si hay una ofensiva a gran escala sobre Rafah «podría dar ánimos a los enemigos del pueblo judío». Cabe imaginar que la idea de la Casa Blanca consiste más bien en dar alguna esperanza a la población civil palestina, al menos hasta las elecciones de noviembre. En cualquier caso, el episodio evidencia lo ya sabido: Netanyahu es un político nefasto que está acorralado en manos de socios extremistas. Uno de ellos, el ministro de Patrimonio, tuiteó ayer que Biden podría ser Churchill pero estaba eligiendo ser Chamberlain. Hubo un tiempo mejor en que era desde Israel desde donde se nos advertía a los demás de lo absurda y rastrera que es siempre la 'reductio ad Hitlerum'. Pero además, qué curiosa manera de pensar. Puesto a elegir entre Churchill y Chamberlain, Joe Biden apostaría con toda probabilidad por ser Roosevelt, que incluso era de su partido y tampoco lo hizo mal.

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