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Eliot estableció que abril es el mes más cruel, pero no añadió que lo era con permiso de septiembre. El sonido y la medida de las palabras condicionan el discurso del poeta. Por eso el idioma español no ha producido grandes poemas dedicados al ornitorrinco. ... Dicho esto: no hay mes peor que septiembre. Lo saben los niños, que regresan a la disciplina escolar, con sus horarios y sus exámenes, con los profesores tiránicos y con los otros, los que han visto 'El club de los poetas muertos', que suelen ser hasta peores.
En el País Vasco el curso comienza esta semana con la tensión tradicional. El año pasado las clases arrancaron con los temarios siendo un enigma y con los profesores sustitutos enterándose la víspera de en qué colegio daban clase. Este año en cambio el curso comienza con el Gobierno vasco denunciando en Fiscalía a las empresas de transporte escolar y asignando las rutas mediante una orden de ejecución forzosa que a ver cómo sale. También con más de ochocientas familias intentando que Educación responda a sus reclamaciones por no haber podido matricular a sus hijos en los centros elegidos pese a haber en ellos plazas libres. El lío tiene que ver sobre todo con la inscripción en periodo extraordinario y con la reserva de plazas para alumnos vulnerables. Que la lucha contra la segregación dificulte así la integración invita a pensar que quedan detalles por ajustar. A ese respecto sorprende que las familias no encuentren soluciones sino silencio. Lo digo porque el país necesita gente con niños y podría pensarse que a los pocos alumnos que van quedando se los atiende como a príncipes, o como a Alejandro, que tuvo de maisu a Aristóteles. No es mala idea. Con los niveles de inversión y la escasez demográfica, cada alumno vasco debería llegar a casa tras el primer día de clase con el importante filósofo autóctono que se le asigne como preceptor: «Ama, este señor es Daniel Innerarity». Parece sin embargo que sucede lo contrario. A las tradicionales e inamovibles barreras idiomáticas se le suman las burocráticas con resultados evidentes. Ayer veíamos en estas páginas a gente recién llegada al País Vasco por motivos laborales (¡cotizantes!) a la que la escolarización de sus hijos les está haciendo pensar en largarse cuanto antes.
Rubiales
Cuando el escándalo de la Supercopa y las comisiones, Luis Rubiales recurrió al Mundial como argumento expiatorio. «Se lo van a cargar ustedes», advirtió a los periodistas que preguntaban por los millones de Piqué. El Gobierno hace ahora lo propio para intentar forzar la suspensión de Rubiales, alegando ante el TAD que su figura perjudica a la candidatura mundialista. Se trata de una candidatura extraordinaria que, además de a los hermanos portugueses, incluye a Marruecos no se sabe por qué. En una interpretación ambiciosa del iberismo, casi incluye a Ucrania. Sumar al tejemaneje político los últimos episodios rubialescos, sirve para pensar que igual lo mejor, lo más higiénico, es que el Mundial se celebre lo más lejos posible. En Arabia Saudí, por ejemplo. En presencia del jeque, nuestra gente del fútbol sí se abstiene infaliblemente de darles piquitos a los demás y de darse ellos mismos apretones en la entrepierna.
Junqueras
Oriol Junqueras anunció ayer en 'La Vanguardia' que la amnistía no es el final. Al manejar el líder independentista esa untuosidad episcopal tan suya, pareció que Junqueras anunciaba que tras la amnistía llega la resurrección. Pero no. Solo se refería a la autodeterminación. «Imprescindible», según Junqueras, en la negociación de investidura. Lo significativo es, por supuesto, que el independentismo catalán no se limite a alterar el orden de sus exigencias. Lo primero la independencia. Y así ya no necesitas que te traspasen los trenes de Cercanías.
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