Continúa el intercambio de prisioneros entre Israel y Hamás. Pendiendo de un hilo, pero continúa. Y el avance de la tregua parece hacer pensar a los intermediarios de Catar en una posible extensión del alto el fuego. Que esa opción deberá implicar la liberación de ... más rehenes israelíes quiso demostrarlo ayer Benjamin Netanyahu aprovechando la tregua para entrar personalmente en Gaza y mostrarse más cómodo entre las tropas que entre los líderes internacionales. «Nada nos detendrá», les dijo a sus soldados el primer ministro, que es algo así como un presidente en funciones desde que el 7 de octubre Hamás le asesinó a mil personas en su territorio. Un pato cojo es Netanyahu. Uno fuertemente armado.

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Del mismo modo, su Gobierno solo se explica ya en términos de guerra y hace de la connotación una ofensa. Ayer el ministro de Exteriores israelí cargó contra un tuit en el que el primer ministro irlandés parecía confundir a un niño secuestrado por Hamás con uno que se hubiese perdido el pobrecito en Merrion Square Park. El tuit era increíble y la reacción de Israel demostró que van a salir a todos los cortes. También, lo saben Pedro Sánchez y Alexander De Croo, al de apostar por el alto el fuego y el reconocimiento del Estado palestino, que es lo que pidieron por ejemplo Macron y Xi Jingpin hace un mes sin que tampoco pasase nada. No es el único desajuste al que nos acostumbramos estos días en los que se insta con toda justicia a Israel para que deje de bombardear población civil, pero no parece insistírsele a Hamás para que libere a los civiles que tiene presos bajo tierra. Podría alegarse desde luego que Israel es un país homologable mientras que Hamás es un grupo terrorista. Pero también lo era Boko Haram y en 2014 lo correcto, lo urgente, lo aplaudido, era pedir día y noche que nos devolviesen a nuestras chicas. Termina uno pensando que las niñas, mujeres y ancianas que retiene Hamás no son tan nuestras por razones fácilmente identificables.

PNV

Relevo en Sukarrieta

El jueves le preguntaron a Ortuzar donde Alsina si repetía Urkullu como candidato a lehendakari. El presidente del PNV respondió que la decisión no se había tomado y que aún les llevaría semanas, al ser el suyo un partido «distinto» y observar para estas cosas «un procedimiento muy tasado». Siempre es bonito ver cómo funciona entre los periodistas exógenos la mística jeltzale, con su bicefalia mitológica y sus militantes ejerciendo en los batzokis la democracia desde la noche primigenia en la que se afilió Tubal. Pero, bueno, al día siguiente este periódico reveló que el PNV ya le había dicho a Urkullu que no repetía. Y un día después Ortuzar tuvo que salir a anunciar el candidato: Imanol Pradales. Tasadísimo, el procedimiento. Ayer fue el día de ver juntos en Sukarrieta al lehendakari y a su probable sucesor. Fue interesante. Porque, en términos de renovación, Urkullu y Pradales de repente se dan un aire. «Lo raro es que nos parecemos, pero usted es mucho mayor, con la cabeza gris», le podría haber dicho ayer Pradales a Urkullu, como en el cuento famoso de Borges. «Y llevamos los dos un plumífero muy del estilo, clavadito», podría haberle respondido Urkullu a Pradales. O viceversa.

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