La niña del misil

La noticia no es por supuesto el episodio de felicidad paterno-filial en Corea del Norte. La noticia es que Kim Jong-un lleva tres meses apareciendo con su hija en varios actos oficiales. Y desde ayer Ju-ae aparece también en los sellos del país. Eso parece confirmar que su padre ha encontrado sucesora. El rumor de que Kim Jong-un tiene un primogénito varón hace que estemos ante un caso portentoso de ruptura del techo de cristal. Ju-ae no solo será una de las todavía escasas mujeres que se sientan a la mesa de los gobernantes, sino la primera que se siente en la mesa del apocalipsis. ¿Por qué razón? Yo imagino que Kim Jong-un observaría los juegos de sus hijos y se daría cuenta de que al chaval no se le daban bien, por ejemplo, las ejecuciones masivas. En cambio su Ju-ae… Bastará con que le haga al pueblo la mitad de lo que hizo a aquel gato. En términos filatélicos, hay que decir que los nuevos sellos de Corea del Norte son también preciosos. En todos ellos aparece el padre, la niña y al menos un misil. Para que los coreanos, además de franquear las cartas, vayan atando cabos.

«¿La urgencia dónde está? La urgencia está en parar la sangría». Lo dijo ayer un Patxi López agitado al que el 'solo sí es sí' está transformando en un personaje de Ionesco. Sin embargo, Victoria Rosell había dicho antes lo siguiente: «No hay tanta urgencia porque hacia atrás no hay remedio y a futuro es mucho mejor ley». No se entiende nada, pero suena más a Beckett. Pronto entrará en escena un vagabundo con un reloj y una manguera gritando que viene a regar la urgencia en el pasado. Tenía que pasar con tanto no es sí y tanto sí es no. La inversión de la causalidad genera teatro del absurdo. Mientras tanto, el Gobierno se fractura de nuevo y las partes se entregan al envite y al cálculo en vísperas del 8-M. «Acuerdo, acuerdo, acuerdo», declamó ayer Yolanda Díaz envuelta en una luz pura, cálida, blanquísima. «Discreción, discreción, discreción», añadió como un coro griego que no fuese griego sino gallego y unipersonal.

La OCU quiere que se aumente el tamaño de la etiqueta de los productos alimenticios. Lógico. No es infrecuente que uno termine comiéndose violentamente, entre el ataque de ansiedad y el intento de suicidio, algo a lo que no hay manera de encontrarle la fecha de caducidad. Otra razón para hacer más visibles las etiquetas es que cada vez se leen más. A veces para ver las cosas graciosas que llega a asegurar el marcador 'Nutriscore'. Y a veces para tragarte los anzuelos publicitarios relativos a la salud que se le siguen dejando colocar al fabricante.