Morir en Normandía
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Sunak se mete en un lío al abandonar antes de tiempo los actos del 'Día D'Rishi Sunak ha conseguido salir herido de las playas de Normandía ochenta años después del Desembarco. El jueves no se le ocurrió otra cosa que ausentarse de los actos vespertinos de la conmemoración del Día D. «Me voy, chicos», debió de decirles a Biden, Macron, ... Trudeau y los demás. Y volvió a Londres. Tenía cosas que hacer. Concretamente, retomar la campaña y grabar en la cadena ITV, que no es tan importante, una entrevista que ni siquiera era en directo. Tras detectar que en Francia estaba David Cameron representando al Gobierno, en Inglaterra prendió el escándalo y todavía se busca una explicación entre el sabotaje interno, el suicidio imprudente y la pura estupidez. Ayer Sunak se disculpó. Y pidió que no se mezclase el homenaje a los héroes con la política. Para entonces ya habría visto las fotos de Keir Starmer, su rival laborista, charlando con Zelenski en Omaha Beach. Del caótico Reino Unido posbrexit se dice a veces que es la nueva Italia. No sé por qué. Un primer ministro italiano no abandona el lugar donde están los focos, los líderes y los uniformes espectaculares. Lo que hace es plantarse en medio bronceadísimo y actuar como si fuese el anfitrión.
Rishi Sunak llegó a Downing Street con una innegable ventaja: era imposible hacerlo peor que su antecesora, Liz Truss, a quien se recuerda por caducar antes que una lechuga del Tesco. Veinte meses después, Sunak ha adelantado unas elecciones para las que las encuestas le ofrecen previsiones dramáticas. Eso las optimistas. Como buena figura trágica, alrededor del primer ministro todo es presagio. Lo de Normandía, por ejemplo. O lo de salir al exterior de Downing Street a anunciar con las teles en directo el adelanto electoral y que comenzase a llover como en un sketch de Mr. Bean. Y que alguien con un altavoz y muy mala idea consiguiese colar en la transmisión el 'hit' de los noventa que la oposición utiliza como himno electoral. «Las cosas solo pueden mejorar», decía la canción mientras un Sunak cada vez más chorreante parecía mandarle a la nación un mensaje en morse con los ojos: «Sacadme de aquí, por favor».
País Vasco
Parece que lo de Gorka Vidal en la ponencia fiscal de las Juntas de Gipuzkoa no es algo puntual sino más bien un tour didáctico y foral. Las Juntas de Álava también escucharán sus ideas sobre fiscalidad como experto en representación de LAB, dentro de la ronda de opiniones sindicales solicitada por Bildu. El escándalo está en que Vidal fue condenado en 2004 a veintidós años de cárcel por dirigirse a Madrid en vísperas de unas elecciones generales llevando en una furgoneta 536 kilos de explosivos que, para empezar, no tributaron IVA. Aunque aquello se conoció como la 'caravana de la muerte' y quizás otorgue al compareciente en Juntas alguna clase de autoridad singular en lo tocante por ejemplo al Impuesto de Sucesiones. Las víctimas del terrorismo han mostrado su indignación, pero, si no lo he entendido mal, es que están ancladas en el pasado. En el tiempo nuevo el cumplimiento de una condena por terrorismo no solo sirve para reincorporarse discretamente a la vida civil sino que da de sobra para merecer la cátedra, transformando media tonelada de explosivos recorriendo la vía pública en un detalle sin importancia del que tampoco hay por qué andar dando explicaciones.
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