El 28% de los vascos tiene muchas dificultades para conciliar el trabajo con el cuidado de los hijos. El porcentaje se eleva casi un punto si se trata de conciliar el trabajo con el cuidado de familiares dependientes. Y se reduce hasta el 24% si ... se trata de conciliar el trabajo con la vida personal entendida al modo personal, íntimo, autárquico. Los datos son del Eustat, pero, tranquilos, yo los interpreto. Tras un somero análisis, no hay duda de que el factor problemático tiene que ser necesariamente el que es común a los tres casos: el trabajo.

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Por desgracia, la abolición del trabajo no parece prosperar ni por el lado tecnológico ni por el de Íñigo Errejón. Así que hay que aferrarse al objetivo de la conciliación, que consiste en que la realidad social no sea incompatible con la vida. Esto es algo que les sucede mayoritariamente a las mujeres y muy especialmente a las madres. En el mundo laboral, donde es la maternidad lo que realmente penaliza, y en el mundo doméstico, donde el Eustat certifica lo previsible: las vascas que trabajan dedican más tiempo que sus parejas al cuidado de hijos y personas dependientes y meten además más horas en las tareas del hogar.

La buena noticia debe de ser que las distancias se acortan. Que no lo hacen a un ritmo suficiente lo confirma también la demoscopia: el 14% de las mujeres están muy descontentas con la colaboración de sus parejas. Aquí se echa en falta la repregunta del Eustat en plan Ana Pastor: «¿Pero descontenta nivel divorcio?» No quiero contribuir al desamor, pero la asimetría clama al cielo: el 76% de los hombres están «muy satisfechos» con el nivel de colaboración de su pareja. Es una lástima que, gane quien gane las elecciones, no haya manera de que Irene Montero y 'Pam' continúen en Igualdad. Al final, no veremos la 'app' esa que iba a servir para medir el reparto de las tareas de casa. Una de sus novedades consistía en contabilizar «tareas invisibles» que no implican actividad física pero aumentan «la carga mental». Iba a ser una oportunidad de oro para que la naturaleza masculina compensase las horas no dedicadas a la plancha con la asunción de grandes responsabilidades horizontales en el sofá: «Cinco horas pensando con gran preocupación en el futuro del chiquillo».

23-J

Número dos

Ha sorprendido que Marta Rivera de la Cruz, exescritora joven y brillante, ex de Ciudadanos, exconsejera con Ayuso y excandidata con Almeida, haya sido elegida por Feijóo para ser su número dos por Madrid. Tanto, que hay quien ve ya a Rivera de la Cruz de ministra de Cultura. Y quien explica el fichaje por la cosa etérea de la galleguidad. Es un gran motivo ese. Quizá sirva para que Feijóo piense en Yolanda Díaz para ministra de Trabajo. Que Marta Rivera de la Cruz promocione el mismo día que Begoña Villacís y Ada Colau se despiden, hace pensar en que la vida política se ha vuelto tan sanguinaria que ya solo medran en ella los escritores, que son como se sabe gente capaz de hacer las peores cosas para sobrevivir. Señalaré por último que ayer la portavoz del Gobierno se refirió a Rivera de la Cruz como Rivera de la Calzada. Fue con toda probabilidad un lapsus chiquitista originado por el motivo habitual: la cosa está muy mala.

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Trump

Muchos más

Donald Trump cumplió ayer setenta y siete años. Poca gente llega a esa edad en tan buena forma. La necesitas para celebrar tu cumpleaños con una imputación de treinta y siete cargos federales, dejando tu suerte procesal en manos de un mayordomo llamado Nauta y acusando a Joe Biden de intentar acabar con la democracia. El martes, tras la vista con el juez, a Trump ya le felicitaron en un restaurante cubano de Miami. Que lo hicieran en inglés impidió el «y que cumplas muchos más» que, en su caso, podría hacer pensar en la perpetua.

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