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Sabíamos que el mundo no terminará con una explosión sino con un lamento, pero no que la 'ley mordaza' terminaría con Mertxe Aizpurua hablando en ... el Congreso de derechos humanos. Sucedió ayer y fue otra de esas cesiones fotográficas del Gobierno que tanto lustre dan a Bildu y tanto oxidan al PNV. «Ahora sí vamos a acabar con la 'ley mordaza'», anunció Aizpurua más o menos tres meses después de que Yolanda Díaz anunciase que la 'ley mordaza' la iba a derogar Sumar, aunque luego resultó que no. Estamos ante una ley de resistencia insuperable. Fue hace casi diez años cuando Pedro Sánchez le garantizó en la tele a un ciudadano que la 'ley mordaza' del PP la derogaba él nada más llegar al Gobierno. «De eso no te quepa la menor duda», le dijo. Hace cinco años el acuerdo de coalición entre PSOE y Podemos incluyó el fin de la 'ley mordaza' «a la mayor brevedad». Y lo que sucedió al instante fue que el Gobierno aprovechó la ley que iba a derogar sin la menor duda para hincharse a poner multas durante la pandemia.
¿Entonces se deroga ahora la 'ley mordaza'? Bildu asegura haber conseguido que el ministro de Interior suprima tres líneas rojas relacionadas con devoluciones en caliente, desobediencia y pelotas de goma. «Es una gran reivindicación de la sociedad vasca», explicó Aizpurua respecto a unas pelotas que no impactan contra la sociedad vasca desde 2012. El problema es por supuesto que el PSOE no se sostiene sobre unos socios sino que hace equilibrios sobre tres guerras en marcha: la de Junts contra Esquerra, la de Bildu contra el PNV y la de Podemos contra Sumar. Ayer Aitor Esteban ya dijo que cuidado con el principio de autoridad y en Podemos salieron con todo, dando a entender que aquí no hay derogación sino otra treta del PSOE. En Junts, en cambio, dijeron que vale, que negociarán. Y ya en el tonito se advirtió que su plan es imponer condiciones irrenunciables para negociar el comienzo de las negociaciones sobre la negociación. La posibilidad de que la 'ley mordaza' siga derogándose a trozos dentro de diez años no puede descartarse.
Venezuela
Desde 2012 uno de los clásicos del régimen venezolano es definir su sistema electoral como el mejor del mundo, pero no porque lo digan ellos sino porque lo dijo Jimmy Carter. No importa que el expresidente estadounidense y el Centro Carter hayan repetido mil veces que Maduro utiliza indebidamente lo que solo fue una descripción de las máquinas de voto electrónico. La mentira funciona en Venezuela como una apisonadora y ahora el Centro Carter muestra actas de votación originales que documentan la victoria de la oposición en las elecciones de julio. El régimen contesta que ya da igual lo que diga cualquier Carter y que el pueblo saldrá «a juramentarse» con Maduro el 10 de enero en una toma de posesión cada vez más escandalosa y fraudulenta. Por cierto, el silencio de nuestros representantes públicos desplazados como observadores a las elecciones en Venezuela sigue siendo clamoroso. También mandamos profesores universitarios. Tres. Y los dos que no son Monedero son de la UPV. Acabamos de descubrir que en la universidad vasca rige un código ético exigente y fulminante y no sabemos si dirá algo, por el lado de los valores democráticos, acerca de avalar pucherazos desde la Academia.
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