
Menores y sombrillas
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Prohibido beber en ambientes en los que los menores sean mayoríaEl Consejo de Ministros aprobó ayer una nueva ley de alcohol y menores. Mónica García anunció que se trata de una ley pionera. Eso pudo ... hacer pensar que la intención gubernamental era esta vez acercar el alcohol a los menores. Pero no, claro, la intención es la contraria. O sea, la de siempre. Y eso complica un poco el pionerismo. Hay en vigor una montaña de legislación autonómica y municipal al respecto y desde hace décadas los menores tienen prohibidísimo el acceso al alcohol en España. Cierto que la ley nacional no la lograron sacar adelante ni el Gobierno de Aznar ni el de Zapatero, a quien Umbral pilló en la hora de la prohibición poniendo «cara de Niño Jesús de Praga hablando por teléfono».
Ahora Sanidad quiere armonizar la legislación existente y aumentar el rigor. Con mayores multas y sanciones y también, por ejemplo, prohibiendo a los adultos beber en ambientes en los que los menores sean mayoría, algo que sin duda va a ser digno de verse. También se va a prohibir la publicidad de alcohol en el mobiliario de bares que estén a menos de 150 metros de casi cualquier cosa porque deben de ser muchas las tristes historias de adicción que en España nacen por la nefasta influencia de una sombrilla o un servilletero.
Dejando a un lado la conveniencia de prohibirles a los menores lo que ya tienen lógicamente prohibido, y de hacer cumplir esa prohibición, la ley llega en un momento curioso. Las estadísticas del propio ministerio indican que los adolescentes beben cada vez menos. No lo hacen por méritos del legislador, sino por un cambio sociológico que parece afectar a todos los países de nuestro entorno. Sin ánimo de señalar, hasta los chavales ingleses pasan más del alcohol y no se incorporan al pub ancestral. El fenómeno es tan llamativo que hay autores preocupados por si será mejor tener a adolescentes prudentes aislados en sus cuartos frente a una pantalla que tener a los adolescentes rozándose en la calle y cometiendo errores pero iniciando juntos sus vidas adultas. Debo decir que la duda tenía para mí sentido hasta que ayer le escuché a Mónica García asegurar que los jóvenes les estaban pidiendo «herramientas y respaldo institucional». Pues va a ser verdad que beben. Y además están llamando borrachos al ministerio.
Washington
En lo que quizá sea una deferencia confirmatoria, ayer Donald Trump redobló su guerra absurda con Canadá, duplicando aranceles y anunciando castigos financieros históricos, poco después de que Imanol Pradales se refiriese en Washington a sus «delirios imperiales y expansionistas». A favor del lehendakari hay que decir que la referencia vino acompañada del convencimiento de que el pueblo americano es mucho más que Trump y siente un gran amor por la democracia, la libertad, la justicia social y todo lo demás que te impide, por ejemplo, comportarte como un gánster con Canadá. Cierto que ha sido precisamente el pueblo americano votando a Trump el que nos ha metido en este lío. Pero el razonamiento es bueno. Y funciona siempre. El pueblo ruso es mucho más que Putin. ¿Lo ven? Lo curioso en realidad es que el lehendakari se vaya a Washington a hacer amigos y favorecer negocios y nada más llegar llame a Trump imperialista delirante. También porque, si se fijan, mucho más lejos de la Casa Blanca, en Madrid, el presidente del Gobierno y el líder de la oposición parecen llevar un tiempo evitando por todos los medios, pero por todos, las referencias directas al presidente de los Estados Unidos.
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