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La Comunidad Valenciana tendrá Presupuestos con el apoyo de VoxQuemado, abrasado, calcinado, achicharrado… No quedaban adjetivos combustibles que atribuirle a Carlos Mazón cuando el presidente de la Comunidad Valenciana anunció su resurrección presupuestaria. Un ... repentino pacto con Vox va a permitirle aprobar unas Cuentas con las que afrontar la reconstrucción tras la dana. A cambio, el PP compra en la Comunidad Valenciana el paquete explosivo de Vox en lo tocante a asuntos como la inmigración y el Pacto Verde. Fue en julio del año pasado cuando Vox abandonó los gobiernos que compartía con el PP denunciando la complicidad de sus socios con «la invasión de la inmigración ilegal» y acusándoles con la sutilidad habitual de ser cómplices de los machetazos. Borja Sémper aseguró entonces con gran dignidad que en el PP tienen principios y que la inmigración «afecta a seres humanos».
Ayer Sémper aseguró que aceptar el apoyo de Vox a cambio de que no llegue a la Comunidad Valenciana «un solo mena más» no tiene nada que ver con modificar su posición en los temas fundamentales. «Espero que lo contradictorio de nuestros actos no les impida admirar la firmeza de nuestros principios», podría haber añadido el portavoz nacional del PP. A continuación vio con buenos ojos que Vox apuntale la estabilidad del resto de gobiernos autonómicos que abandonó hace ocho meses. ¿Se acuerdan cuando la política incomprensible era la italiana? La pregunta sobre dónde está y qué pinta Alberto Núñez Feijóo es pertinente, pero no tengo respuestas. Solo tengo exclamaciones. Es que entre las exigencias de Vox hay un remedo de las motosierras de Milei y Musk que da hasta vergüencita por lo que tiene de emulación adolescente. El movimiento del PP también se intuye maestro porque expone simbólicamente a la alternativa de gobierno a lo que estalle cada día en el laboratorio chiflado de la Casa Blanca.
Al final Carlos Mazón no era otro de esos políticos resistentes a los que resulta imposible creerles incluso la entonación. Es uno de los que prefiere terminar rompiendo cosas. Ayer resucitó al estilo mediterráneo, en la modalidad vudú: lo que regresa a la existencia no es el cuerpo espiritual resplandeciente sino el zombi de recorrido corto, estabilidad escasa y proximidad cada vez más amenazante.
País Vasco
Cada cual tiene su escuela de pensamiento y yo, al exponerme a las innumerables manifestaciones de la gastrocracia en la que vivimos, siempre concluyo lo mismo: «Nos intoxicamos poco». Mi reflexión no es un reproche. Es una admirada constatación. Que buena parte del mérito la tienen las autoridades sanitarias lo demuestra ahora el hecho noticioso: el año pasado las unidades de vigilancia de Salud Pública retiraron más de veinte mil hamburguesas que iban a servirse en eventos gastronómicos del País Vasco. Sé que se asombran como yo. ¿Desde cuándo comemos los vascos tantas hamburguesas? Puede que sea desde que Bildu se ha reconvertido como ningún otro partido en la democracia y ya no está en vigor aquello de Otegi sobre Lekeitio, Zubieta y las hamburgueserías. Otra cosa es que eso de realizar eventos gastronómicos sea de verdad inevitable. Mientras lo decidimos como sociedad avanzada, conviene que la comida esté en buen estado. Y las veinte mil hamburguesas interceptadas en 2024 estaban repletas de escherichia coli, bacteria de la que no puedo ofrecer mayor información, pero cuyo nombre suena desde luego como el abracadabra que abre las más recónditas compuertas gastrointestinales.
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