Luto y purpurina
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Eurovisión ·
El festival es una cosa extraña: un fiestón con pausa para el tribunal moralAyer en Eurovisión continuó la defensa heroica del pueblo palestino y hubo un incidente con el representante de Países Bajos, un joven que le canta 'Europapa', tecno pesado, a sus padres muertos con un tipo a los teclados disfrazado de pollo azul. Y la cosa ... es que al final le ha costado la descalificación. Y así es un poco todo. Los eurofans, allá en Malmö, lo mismo abuchean a la cantante de Israel y sientan cátedra sobre política internacional que reflexionan sobre la canción 'Rim Tim Tagi Dim' de Baby Lasagna, joven croata que por alguna razón se viste como un corsario galáctico que hubiese metido los brazos en un dispensador de faralaes.
Si el espectáculo ya fue pasmoso hace dos años, cuando el festival lo ganó Ucrania porque si a ti te invade Rusia yo te mando un SMS, lo de este año es hiperbólico. Incluye golpes de pecho a ritmo de pop petardo y acoso al hotel donde se aloja la representante de Israel. Quieren que se vaya, pero nadie parece dispuesto a irse él y perderse un fiestón que viene a ser como el baile de una boda en el que la pausa no se hace para la recena sino para el tribunal moral.
Y aparecen, claro, nuestros políticos. Resueltas, durísimas, casi temerarias, las juventudes del PSOE proponen apagar la tele cuando actúe Israel. Y Yolanda Díaz lo que quiere es que se los expulse de Eurovisión al ser «incompatibles con los valores que promueve el concurso». Hombre, los valores. Los de Eurovisión y los de la izquierda identitaria de Sumar no parece representarlos mal Israel, un país que en 2018 ganó el festival con una artista de cuerpo orgullosamente no normativo y en 1998 lo hizo con otra transexual que cantaba aquello de viva Victoria, viva María, Afrodita, Cleopatra. El pasado 7 de octubre Afrodita y Cleopatra bailaban libres en el festival Nova como baila cualquier eurofan hasta que apareció Hamás y, además de los asesinatos, comenzó allí la violencia sexual. Digo yo que habría que apagar la tele otro par de minutos. El desafío del fin de semana también va a consistir en saber si, ante la matanza de civiles en Gaza, los ojos de la gente de Eurovisión aparecen arrasados por el peso de la historia o por la dichosa purpurina.
Azpeitia
Ha surgido en Azpeitia la polémica artístico-cultural. El motivo, una estatua realizada por un creador autóctono que representa a una lavandera y que parecía idónea para ser colocada en el lavadero del pueblo como homenaje a las azpeitiarras que allí trabajaron. Que durante su mandato la alcaldesa de Bildu tenga demostrado su interés por destacar y resignificar el espacio en términos feministas, hacía pensar que lo de colocar a la lavandera -empoderadísima, mide dos metros- en el lavadero solo podría salir bien. Pues no. La estatua es para el equipo de gobierno «demasiado femenina» y «no se parece a como eran las mujeres de antes». Y, bueno, puede ser cierto que al escultor le haya quedado la lavandera un poco racial y chipionera. ¿Pero cómo eran las mujeres de antes? Las lavanderas en concreto Goya las pintó muy alegres y guapas. Y la lavandera que lava la mañanica de San Juan en el romance sefardí es si no recuerdo mal invariablemente bella y misteriosa. El Ayuntamiento de Azpeitia recuerda que el feminismo «reivindica mujeres con diferentes rostros, cuerpos y valores». Puede que el error haya estado entonces en no haberle encargado al escultor una lavandera cubista de dos metros.
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