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La semana pasada, dos días después de que la Guardia Civil entrase en la Federación, la prensa consiguió meterle el micro al presidente interino del fútbol español y preguntarle por los registros. Sucedió en Londres donde la selección masculina jugaba un amistoso y Pedro Rocha ... ofreció una respuesta inolvidable: «No estoy preocupado porque tenemos que ganar: hay que animar a España, ¿vale?». Pudo parecer uno de esos razonamientos futbolísticos, pero fue el último intento del presidente por volverse indistinguible del ambiente. Para que nadie repare en que sigue ahí, pero tampoco en quién es y en por qué está ahí. Las respuestas son que Rocha ha sido la sombra de Luis Rubiales y que está ahí porque fue el único vicepresidente al que este no cesó para mantener la influencia si lo dimitían. Siete meses después de que a Rubiales lo echasen, Rocha sigue presidiendo la Federación. Lo ha conseguido no convocando elecciones y pasando desapercibido. El esfuerzo que dedica a esto último se intuye sobrehumano, sobre todo en los actos con la selección femenina, que se multiplican llenos de significado. Al fondo siempre está Rocha resistiéndose -yo lo noto- a pedir el micro y condenarse diciendo que para él la mujer es lo más bonito que ha creado Dios sobre la Tierra.Puede que su suerte cambie ahora que el CSD, o sea, el Gobierno, va a cursar las denuncias contra su extraña interinidad. Sucede mientras la corrupción no deja de emerger y se sospecha de la remodelación de La Cartuja mientras aparece Koldo al teléfono con Rubiales para comentar asuntos del empresario Aldama, experto en mascarillas y altas esferas. La Federación es un pozo sin fondo a sanear y ya no deberían funcionar los brindis a la grada, tan tiernos e insultantes. Ojalá el último intento lo haga Luis Rubiales a su regreso de República Dominicana -país al que se ha visto obligado a emigrar en busca de un jornal- cuando le quiera explicar a la jueza que lo de las comisiones está bien, pero que lo importante es apoyar al fútbol español. Porque hay que ganar, señoría. ¡Hay que ganar!
El juez Pedraz sorprendió el sábado al mundo dando tres horas a las operadoras de telecomunicaciones para suspender en España la aplicación Telegram, famosa entre otras cosas por ofrecer una supuesta mayor seguridad a quienes comparten una información que tampoco interesa a nadie. El juez respondía así a una demanda de grandes grupos audiovisuales relacionada con los derechos de autor y con contenidos que se difunden alegremente a través de la aplicación. Que la medida pareciese al tiempo cautelar e imprudente dio lugar a la primavera de la comparación pedagógica: es como si un juez prohíbe circular por la red viaria porque en algunos vehículos se transportan mercancías de contrabando. Y eso sin contar con que la suspensión por orden judicial de una red masiva de comunicación no afecte a dos o tres libertades fundamentales. El juez Pedraz dio ayer marcha atrás y pidió un informe sobre el posible impacto de su medida, puede que entendiendo que habría sido mucho mejor actuar justo en el orden inverso. Telegram tiene en España más de ocho millones de usuarios. Entre ellos hay incluso políticos a los que es la tecnología rusa la que les da tranquilidad.
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