En lo que solo puede entenderse como una apuesta firme por el sainete, en España la causa de la mujer la tenemos delegada en Eurovisión mientras que de la del racismo se ocupan entre Vinicius Jr. y los filósofos de 'El Chiringuito'. El resultado es ... óptimo: el sábado en Sestao el portero senegalés del Rayo Majadahonda se fue a la grada para agarrar por la bufanda a un espectador que según denunció después le insultaba por el lado racial mientras en Getafe al entrenador Sánchez Flores lo llamaron gitano y el hombre terminó declarándose orgulloso de cada «poro de sus venas» que «respira» al estilo calé, o sea, imagino que a compás. El otro día hubo lío racista en un partido antirracista titulado 'Una sola piel' y, pretendiendo ser ecuménico, un periodista deportivo aseguró que todas las pieles son distintas. La ministra de Ciencia debería salir a recordar que existen diferentes proporciones de melanina, como existen variantes de tantas cosas, pero lo que no existe es un ser humano que delante de otro pueda decir que ambos pertenecen a razas distintas.
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Lo que por supuesto existe es el racismo y detectar que la clave está en el mundo del fútbol profesional es como empezar con las normas ISO de excelencia en la banda de Lucky Luciano. Ayer la Federación Vizcaína de Fútbol ponía en duda que en Sestao se llamase negro al portero del Majadahonda. Urge un VAR para la violencia verbal de la grada. Y otro para la violencia virtuosa: desde que Vinicius encarna la lucha antirracista, tiene uno la molesta sensación de que los coros del 'We are the world' te los están haciendo los Ultrasur, o como se llamen ahora. Quizá habiendo detectado el modo desenfadado en que se legisla en el país, ayer Vinicius escribió que el problema es que los racistas no van del estadio a la cárcel. El delantero tenía más razón en la segunda parte: hay que «exponer» a quienes van al fútbol a insultar como salvajes a un semejante. Quiero echar una mano: el modo más eficaz de hacerlo es que cada club se encargue de sus propios salvajes y cada ídolo se enfrente a su propia grada de animación.
Aberri eguna
Se insiste en que el cambio en Bildu es estratégico, pero puede que sea también prodigioso. Lo digo porque Arnaldo Otegi suele incluir entre las virtudes de Pello Otxandiano que habla idiomas y ayer pareció romper él mismo a hablar en inglés. «EH Bildu style», dijo Otegi en la celebración del Aberri Eguna en Pamplona, a un paso de mostrar su repentino interés por las hamburgueserías y la música rock americana. El 'style', por supuesto, fue un estilete. Es el PNV quien tradicionalmente blasona de estilo y Otegi subrayó así, en inglés, que esa iba a ser la única e indirectísima referencia que iba a hacer en su discurso al rival con el que va a disputarse -la demoscopia dice que a cara de perro- las próximas elecciones autonómicas. Mientras tanto, en el Aberri Eguna del PNV en Bilbao Andoni Ortuzar ponía sobre la mesa la «agenda oculta» de Bildu, partido al que acusaba a continuación algo confusamente, pero entre aplausos, de querer hacer yogures light con la leche que ordeña el PNV. Fue otro recado sin respuesta. Ni siquiera la precampaña altera la significativa anomalía vasca: el principal partido de la oposición eludiendo el choque con el partido que está en el Gobierno.
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