Como los personajes de las malas películas, las encuestas suelen llegar con una noticia buena y otra mala. Es tradición pedir que disparen primero la mala, así que vamos con ella: según la última encuesta del INE sobre condiciones de vida, uno de cada cuatro ... españoles está en riesgo de pobreza. La cifra es una barbaridad inamovible, pero es también, porcentualmente, la mejor de los últimos años. Esa podría ser la buena noticia. Aunque hay otra incluso mejor en términos localistas: el País Vasco es tras Navarra la comunidad donde menos gente se encuentra instalada en la pobreza o en sus alrededores. La tasa de riesgo está entre nosotros en el 15,7%, porcentaje que sigue siendo impresionante y que, para resultar tranquilizador, requiere de una condición previa: que uno se encuentre en el 84,3% restante.

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La noticia está en realidad en que el riesgo de pobreza que calcula el INE no se haya disparado precisamente en estos tiempos en los que las familias afrontan facturas energéticas elevadas, cestas de la compra terroríficas y cuotas hipotecarias por las nubes. Más allá de la efectividad de las políticas sociales y de la existencia de ahorros generados durante la pandemia, el secreto parece estar en que el mercado laboral resiste. La seguridad de unos ingresos fijos permite hacer economías, por más asfixiantes e imaginativas que estas sean. Como se comprobó durante la crisis que comenzó en 2008, es el desempleo lo que con mayor facilidad lo transforma todo en una pesadilla de la que cuesta muchísimo escapar.

Si la pobreza es difícil de definir, resulta muy sencilla de entender. El INE utiliza para sus cálculos un indicador de creación europea que contempla factores evidentes como la posición del hogar respecto a la mediana de la renta nacional, pero también otros más concretos y cotidianos. Por ejemplo, que en un hogar disponer de teléfono sea un gasto inasumible. O que en un hogar no puedan permitirse unas vacaciones al año de una semana de duración o un gasto imprevisto de 650 euros. La combinación de varios de estos supuestos termina por situar a una familia frente al abismo aterrador de la pobreza, una posición que recuerda mucho a aquello que Manuel Alcántara solía definir como no tener más remedio que resignarte con lo que no tienes.

José Antonio

Brazo en alto

El traslado de los restos de José Antonio Primo de Rivera terminó con tres detenidos por forcejear con la Policía y con el nacimiento de una estrella en las redes sociales: un nostálgico de edad no desdeñable que parece haber conseguido ser al tiempo rockabilly y falangista. Además de con la Policía, los nostálgicos presentes parecían tener problemas con la familia Primo de Rivera, a la que acusan de no dar la batalla, como si el propio José Antonio no hubiese apuntado en su testamento algunas ideas sobre discordias civiles y su «póstuma reputación de héroe»; ideas que Franco fue por cierto el primero en ignorar. Pero, sobre todo, en el breve lío de ayer, el detalle coreográfico: el saludo fascista es ya indistinguible del gesto de levantar el iPhone para grabar el tumulto que sucede frente a uno y debe ser viralizado.

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Cervantes

El frenesí

Rafael Cadenas dio su discurso del Cervantes sin corbata y saludando a Pedro Sánchez, que no estaba. Fue fiel a ese poema en el que se describe descorbatado y en el limbo. Más terrenal, Ayuso sugirió que Sánchez se ausentó por chavista, al ser Cadenas venezolano y opositor. Hombre, no sé. Isabel Rodríguez alegó problemas de agenda del «presidente de una de las principales potencias del mundo». Hombre, potencia... Qué forma de adular. Por eso hay que ir a Alcalá. Para saber que Don Quijote le pidió a Sancho que hablase «sin añadir al bien ni quitar al mal cosa alguna, que de los vasallos leales es decir la verdad a sus señores en su ser y figura propia, sin que la adulación la acreciente u otro vano respeto la disminuya».

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