El Euromillones del viernes: comprobar resultados del 31 de enero

La emulsión de patraña que genera el 'procés' alcanza niveles geológicos y Marta Rovira anuncia que igual le viene bien regresar del exilio el próximo sábado por la mañana («estoy emocionada, es muy especial»), coincidiendo con la asamblea de mujeres que organiza Esquerra, su partido. ... Es el mismo partido desde el que la propia Rovira acusó hace siete años al Gobierno de España de amenazar con «violencia extrema con muertos en la calle», lo que hace pensar que la persecución al independentismo catalán es fluctuante, desfalleciente y muy original: va desde la matanza a tiros (bang, bang) hasta la sutilísima garantía procesal que te hace librarte por los pelos y situarte a favor de lo establecido: «Ven, Marta, ven, ven tranquila con las mujeres».

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Es que Marta Rovira, heroína de pelo rizado cada vez más inminente e improbable, se libra ahora de toda amenaza inexistente porque al juez supuestamente colonialista García Castellón la Audiencia Nacional le anula los plazos de instrucción. He ahí un sistema garantista hasta el crujido de sus mismos cimientos y la exhibición de un magistrado al que, según parece, se le pasan los plazos de un asunto decisivo, nacional, incuestionable, como se le pasa a cualquiera el plazo de renovación del extinto videoclub.

En principio a favor, solo faltaría: siempre hay que estar a favor de la pereza y en contra de las fechas de caducidad. El problema tiene por supuesto que ver, como poco, con el énfasis. O con que un juez pueda al tiempo detectar los más hiperbólicos delitos de terrorismo y pasar por alto los más sencillos plazos administrativos. ¿Quién se encarga de sancionar semejante dislate? ¿Qué clase de rigor es ese que el mismo se autoimpugna? En serio, en este pais ¿no queda nada a salvo del incomparable estallido catalán? Es como si cualquiera que en su pequeña insignificancia tuviese un asunto pendiente con la Administración y pudiese pensar que es una manifiesta estafa que él no pueda, como Marta Rovira, acogerse ahora a la modalidad de exilio más beneficiosa: la insultante, la interna, la imperial, la inexistente.

Malinche

Actores secundarios

La detención de Nacho Cano, teclista ambidiestro y muy sudoroso, ex de Mecano, era la clase de ajuste de cuentas que podía echarse de menos en el Régimen del 78, pero tuvo lugar ayer sin previo aviso. Bueno, asunto resuelto. Yo imagino que, al aparecer la Policía, todos los músicos y bailarines bajaron las manos como quien entiende que ya cae sobre ellos todo el peso de la ley. A Nacho Cano sin embargo no se le acusa de abuso de sonsonetes y consonancias, de canciones de destrucción masiva o de coreografías viejunas y previsibles, sino de emplear en sus producciones a trabajadores extranjeros contratados supuestamente de manera irregular. Que la última producción de Cano se titule 'Malinche' y que en ella el que no es conquistador sea aborigen conquistado da cuenta del nivel transoceánico del problema. El nivel inmediato es que Cano es un artista constantemente condecorado por la Comunidad de Madrid que en las ceremonias oficiales a punto estuvo de devolverle el galardón a Isabel Díaz Ayuso, pero no por protesta sino por pura admiración. Un momentazo. Aquello ya era extraño pero ahora es inigualable: el trayecto de la coba a la comisaría daría para otro musical.

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