Hitos mundiales

Resumo lo importante: Pedro Sánchez anunció el «hito histórico» de ser el centésimo quincuagésimo país del mundo que reconoce el Estado palestino y zanjó lo de su mujer informando de que se trata de una persona honesta y una profesional de primera. Lo de la máquina del fango, el lodo y la internacional ultra sigue igual, con la novedad de que el presidente tiene ahora «evidencia científica» de que la violencia política está relacionada con la violencia social. Ya verán cuando se enteren los historiadores. Imagino que los analistas serios detectarían ayer la inminencia de las europeas y la evidencia de unas generales anticipadas. Yo, en cambio, solo pude fijarme en que el líder de la oposición aspira a vencer al sanchismo, pero no puede empatar con la sintaxis: su capacidad para que las frases no le concuerden comienza siendo enervante y termina siendo mágica. Feijóo es el flautista de Hamelín del anacoluto.

¿Pero he dicho que la sesión fue confusa? Míriam Nogueras contó un cuento sobre un abuelo y un nieto. Se citó a Parménides. Y se recordó al almirante imperialista William Parry, a quien Mertxe Aizpurua le alabó los relatos de aventuras. Y, aun así, lo peor fue ver a un Gabriel Rufián pesadísimo, errático, divagatorio, tristón, desganado… De verdad que no merece la pena pacificar Cataluña si eso implica quitarle a ese hombre la ilusión de brillar en Madrid, de triunfar en la Gran Vía, de ser emperador de Lavapiés.

Es un sitio original el País Vasco y tenemos a Ainhoa Ozaeta en un congreso sobre soberanía, clausurando un máster de la UPV. El nombre no les sonará, pero a Ozaeta la conocen: de los etarras que anunciaron la tregua de 2006, es la chica. Eso es: la chica encapuchada. Tras cumplir condena como dirigente de ETA encargada del 'impuesto revolucionario', Ozaeta no va a compartir su 'expertise' sobre modelos de financiación alternativos (qué 'webinar' sería ese: secuestra a tu 'business angel'), sino a participar en una charla sobre 'El bienestar de los vascos en el contexto europeo'. Junto a ella, Joseba Permach, profesor del máster. Y luego nadie entiende cómo construye Sortu tanta hegemonía. Tras la condena por terrorismo, hay un abismo entre reintegrarte en la sociedad llevando una vida discreta y hacerlo ocupando un lugar en la plaza pública que contribuiste a llenar de terror. Que esto último se haga sin alguna suerte de expiación civil, sin preguntas y sin respuestas, bajo la amnesia automática y elusiva del 'tiempo nuevo', conduce a una forma de derrota colectiva que puede degenerar -ya se ve- en la ironía más cruel: una jefa de ETA explicándole a la sociedad vasca cosas sobre su propio bienestar.