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En una entrevista muy recordada de junio de 2023, Pedro Sánchez informó al país de la existencia de unos amigos suyos, «hombres de entre cuarenta y cincuenta años», que se sentían incómodos con algunos discursos que se emitían desde un feminismo que el presidente definió ... como «de confrontación», contraponiéndolo a otro feminismo, se entiende que preferible: el de integración. Sucedió en plena campaña electoral y convenía alejarse de Podemos. Se notó a la legua que los amigos presidenciales no eran seres humanos sino perfiles demoscópicos. La noticia es que la incomodidad se extiende entre los hijos de los amigos del presidente. Hay cada vez más adolescentes y jóvenes que se sienten «víctimas del feminismo». Sucede al menos entre los vascos, ya que es el Ararteko quien alerta sobre esta victimización masculina. Lo hace señalando su deriva hacia a los mensajes de odio sexista que proliferan en la 'manosfera', que es como denominan los expertos, siempre raudos para la denominación de origen como cualquier consejo regulador de lo existente, a la 'fachosfera' pero en machista.
Ante el espectáculo frecuentemente desolador de ver a los jóvenes agitando la estupidez como un estandarte, el Ararteko tiene alguna idea. Por ejemplo, innovar en la pedagogía para evitar «la reiteración de teorías expuestas unilateralmente». Pues no suena mal. Si el deber del preso consiste en fugarse, el del estudiante de Bachillerato consiste en aprobar todas y oponerse en alguna medida a la doctrina que le sepulta desde niño. Va siendo hora de reconocer los destrozos que está haciendo la transformación del objetivo común de la igualdad en una férrea teoría que hace de todo cuestionamiento un anatema. Eso explica, entre otras cosas, que nadie pregunte por el supuesto éxito de unas políticas públicas que se elevan a la categoría de indiscutible cuando, con frecuencia, no parecen estar sirviendo tanto para intervenir en la realidad y transformarla como para confirmar, en una viciosa tautología incuestionada, los presupuestos teóricos de la intervención poco eficaz.
Alemania
Hay al parecer en el Bundestag movimientos para ilegalizar a los ultraderechistas de Alternativa para Alemania. Imagino que se trata de la famosa organización germánica: ponerte a ilegalizar a un partido justo cuando comienza a ganar importantes elecciones locales como las de Turingia. Da la sensación de que es más o menos como ocuparte en serio del famoso huevo de la serpiente cuando la serpiente está ya frente a ti, mide cinco metros, viste ropa típica bávara, dice que se llama Gunther y está pidiendo un 'schnitzel' y más cerveza para merendar. Varios diputados de distintos partidos impulsan un proyecto que en principio tampoco parece tener mucho recorrido en el Tribunal Constitucional. Lo hacen aparentemente a título bastante individual, sin contar con el apoyo de las grandes formaciones. Lo demoledor del caso es que estos diputados parecen haber llegado a la conclusión de que la ilegalización es el único modo de pararle los pies a la ultraderecha. O sea, que es a este lugar medio absurdo y sin salida al que se llega tras años de defender opciones como el cordón sanitario, asegurando con insistencia que eran, precisamente, el único modo de pararle los pies a la ultraderecha.
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