Joseba Asiron fue nombrado alcalde de Pamplona en un pleno en el que se debatió una moción de censura contra la alcaldesa de UPN sin que ni Asiron ni nadie de Bildu estimase necesario tomar la palabra. Fue muy revelador. En parte porque Bildu sí ... se adapta a los tiempos con enorme disciplina y eficacia. Y en parte porque la milonga del diálogo es también eso: la negociación privada entre partidos sepultando el debate político abierto y deliberativo. De ese modo, el diálogo sobre la Alcaldía de Pamplona tuvo lugar en secreto y en Madrid con el único motivo de investir a Pedro Sánchez. La alcaldesa saliente lo recordó a su manera, insistiendo en lo de la escoria y la traición y mencionando novedosamente a Judas Iscariote. Fue como para sugerir el 'rebranding': Unión del Trueno Navarro. Hay algo muy tozudo en la derecha española consistente en no entender que lo exagerado siempre es insignificante y con frecuencia también contraproducente. Para empeorarlo, Cristina Ibarrola dijo después que prefería fregar escaleras a gobernar con los votos de Bildu, demostrando emplear todo su olfato político en no adaptarse a los tiempos y en combatir sin eficacia.
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Resulta que en Pamplona al alcalde le toman juramento hablándole de la «capital del antiguo reino de Navarra» y recordándole que le vigilan los Hércules y la Fama que coronan la fachada del Ayuntamiento. Yo lo que no le perdonaré jamás a la política nacional es que me obligue a conocer políticas locales que no me corresponden. Tras perder la Alcaldía, Cristina Ibarrola fue a darle la mano a su sucesor. Con frialdad, pero fue. Para entonces, la plaza consistorial ya albergaba una versión gris del chupinazo de San Fermín. No hubo incidentes, aunque la Policía Municipal tuvo que escoltar entre la multitud a los concejales de UPN como si fuesen La Pamplonesa. Lo que hubo fueron gritos de «Agur UPN» y gritos de «Traición». Antes, en el pleno, exento de papeles y de hilo argumental pero rebosante de casta navarra, había intervenido Carlos García Adanero, que por alguna razón también estaba allí.
Neymar
Neymar se rompió el ligamento cruzado jugando con Brasil contra Uruguay. Qué gestos desesperados. Sabemos que lo peor que puede pasarle a un futbolista de élite es que detengan a su peluquero personal y romperse el cruzado, por ese orden. Neymar se lo rompió contra Uruguay y en el vestuario charrúa todavía deben de estar los jugadores intentando entenderle a Bielsa si existe el compromiso del tendón rotuliano en términos de eviternidad. Pero sigamos con Neymar: no han pasado tres meses y regresa. ¿Al campo? No, a la fiesta. El brasileño lidera en su país un crucero llamado 'Ney en Alta Mar' y se multiplican las fotos en las que aparece rodeado de bellezas y cócteles, a punto de empezar la fiesta «atrevida y alegre» que se garantiza a bordo. Hay quien le critica por no cuidarse. Como si lo increíble no fuese la vocación del muchacho y su capacidad de bailar incluso con bastón. También es increíble la filosofía con la que se toman en Arabia Saudí, país que lleva la fe en la bandera y la 'sharia' por Constitución, que uno de los astros a los que tienen sepultados en petrodólares sea aparentemente capaz de vulnerar cada día antes de las diez de la mañana todos los preceptos de la ley islámica.
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