Ochocientos mil votos y tres eurodiputados después, el periodismo se pregunta si no debió ocuparse antes de Alvise. No se hizo durante la campaña para evitar alimentar al trol trumpista. Ignoro si fue un error, pero, de serlo, se cometió a partir de una premisa ... cierta: cada mención nutre al monstruo. Toda duda al respecto quedó disipada ayer en el Congreso, donde alguien mostró un interés casi paródico por nombrar a Alvise desde la altura definitiva de su cargo. Sí, justo él: el presidente del Gobierno.
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Tras las europeas, la tesis de Sánchez es que el «discurso ultraderechista» del PP «ha generado y multiplicado» tres ultraderechas. «La suya, la de Alvise y la de Abascal», le detalló el presidente a Feijóo. A Abascal, en cambio, le identificó a los ultraderechistas: «El señor Feijóo, usted y el señor Alvise». En sus dos primeras intervenciones en la Sesión de Control, Sánchez nombró a Alvise seis veces. Seis. A continuación, el presidente se fue a Televisión Española y tardó quince segundos en mencionarlo. Quince. En la entrevista se dio además el prodigio mitológico. Si la víspera la portavoz del Gobierno comparó a la ultraderecha con la hidra de Lerna, el presidente informó ayer en TVE de que el enemigo es todavía peor: una «internacional ultraderechista de tres hidras».
¿Tres hidras? ¿Cuántas cabezas son esas? Sánchez se lo explicó a la audiencia: «El señor Feijóo, el señor Abascal y el señor Alvise». No eran las once y Pedro Sánchez había sacado a Alvise de la oscuridad de Telegram, y de la penumbra relativa de Estrasburgo, para situarlo en la pista central de la política nacional. La estrategia no es nueva. El presidente comenzó a hablar de Alvise en los mítines de campaña y el CIS de Tezanos incluyó para sorpresa de todos al 'outsider' en su encuesta electoral de abril. Imagino que la buena noticia es que, mientras en Europa la antipolítica ultra es un problema, en España no debe de tener la menor importancia. Solo eso explica de un modo soportable que el Gobierno haga de su combate una artimaña, sin medir por el lado de las consecuencias, ni tampoco, en fin, por el del simple decoro.
Francisco
No soy un vaticanista, pero puede que Francisco sea uno de los mejores Papas de la historia a puerta cerrada. Con público es más normalito. Pero en el 'off the record', qué bárbaro. Hace unos días tuvo que disculparse por decir en privado que en los seminarios hay mucho «mariconeo» y ahora ha soltado en un encuentro similar que en el Vaticano hay «un aire de mariconeo». El término es 'frociaggine' y empiezo a sospechar que Francisco lo dice del modo irremediable en el que uno pide el helado de 'stracciatella' gustándole el de limón. Por pronunciarlo. Lo malo es que estas cosas nos distraigan de lo importante que dice el Papa en términos doctrinales. Ayer Francisco insistió en un asunto clave: los curas hablan mucho y las homilías no deben durar más de ocho minutos. «La gente se duerme», explicó. «Y tiene razón». El mensaje es luminoso, sanador: se habla demasiado y ocho minutos bastan. Pero lo de tener razón durmiéndote es tan bello que solo puede haber sido revelado. Debería servir para los discursos, las conferencias, los simposios… Unas pocas palabras. Y, si la cosa se alarga, que la gente a tu alrededor no pida silencio -shhhh- porque duermes, sino porque estás teniendo razón.
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