Los congresos de los partidos son ceremonias cada vez más espectaculares. Sus escenografías, sus luces y sus músicas ya no remiten tanto a la discoteca como a la velada de boxeo en Las Vegas. Ayuda que los líderes tengan su propia banda sonora para el ' ... ring walk' entre fans y guardaespaldas. Pedro Sánchez salió ayer en Sevilla con un tema de Calvin Harris titulado 'My way' cuyo tercer verso parecía aludir a alguien que tiene dos caras. «¿Quién va a defender la verdad si no lo hace el Partido Socialista?», clamaría después Sánchez en su discurso, que resultó algo confuso y reiterativo por el lado de la épica (¿otra vez lo de hacerse a un lado?), como si en Moncloa estuviese fallando el guionista de continuidad.

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La creación de una empresa pública de vivienda fue el gran anuncio sorpresa del secretario general ratificado. Funcionó muy bien. El plenario puesto en pie. Y Rafael Simancas tuiteando: «¡Ala! (sic) Imputad esto». Se refería a los jueces, que están como se sabe de «cacería humana», aunque, al ser las competencias en vivienda exclusivas de las comunidades, podía referirse a las comunidades gobernadas por el PP y los nacionalistas, o sea, a todas menos tres. A eso, a lo de ganar elecciones locales y autonómicas, también se refirió Pedro Sánchez. «El PSOE es un partido de ganadores», les dijo a sus delegados territoriales como el jefe de ventas que exige resultados. Fue una apelación concreta en una intervención de asombrosas resonancias planetarias. Como si no es que esté más cómodo en lo internacional sino directamente en lo interplanetario, ayer el presidente lo mismo asumió el reto de salvar a la humanidad que prometió «conquistar la vanguardia mundial de la ciencia». ¡La ciencia!

Se esperaba que el Congreso del PSOE fuese defensivo y de aclamación al líder. Y lo fue. Vaya que si lo fue. Incluso pusieron a Zapatero a tremolar por el lado moral. Ya solo queda aclarar cuáles son los congresos del resto de partidos en los que el debate es elevado, la transparencia deslumbra, el ideal sustituye a las maniobras por el poder y a los líderes los militantes no los aclaman sino que les cantan las cuarenta -venid aquí, figuras- para recordarles que son mortales y ponerlos en su sitio.

Georgia

Fuegos artificiales

La opción de poner al más multimillonario al frente del país no es exactamente nueva. En Georgia funciona desde 2012, cuando Bidzhina Ivanishvili se convirtió en primer ministro con un partido de creación propia y nombre inmejorable: Sueño Georgiano. El magnate, que triunfó entre los electores con la vieja promesa absurda de llevar a la política la eficacia del hombre de negocios, se aburrió del puesto a los doce meses. Y subdelegó. Desde entonces, el país lo gobierna alguien de su partido y lo que hace Ivanishvili es controlarlo todo desde su fortaleza en las colinas de Tiflis, donde, entre obras de arte y gente muy armada, se dice que tiene como mascotas lo normal: unos tiburones. ¿Qué podría salir mal? Pues, por ejemplo, unas últimas elecciones incluso más sospechosas de lo habitual y un giro prorruso que tiene a la oposición europeísta en las calles con ganas de Maidán.Una ley no escrita de la política internacional establece que, cuando en la Casa Blanca hay traspaso de poder, en el mundo puede pasar cualquier cosa. En Georgia se habla ya de la 'revolución de los fuegos artificiales'. La pirotecnia no estalla en el cielo nocturno sino contra los antidisturbios en una región con potencial de polvorín.

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