Gente de confianza
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La negociación de los Presupuestos ya no es un zoco sino un mercado negroCarles Puigdemont, el hombre que en julio prometió que no volvería a Barcelona para hacerse una foto y salir corriendo y en agosto volvió a Barcelona se hizo una foto y salió corriendo; el político que sigue liderando Junts tras haber asegurado que dejaría la ... política si no ganaba las autonómicas que en mayo perdió; el president que en octubre de 2017 declaró la independencia de Cataluña y suspendió de inmediato los efectos de su declaración, Puigdemont, o sea, el mismísimo Puigdemont, anunció ayer en Bruselas que Pedro Sánchez no es de fiar. El anuncio llegó acompañado de la exigencia de que el presidente se someta a una cuestión de confianza. Fue una ocurrencia que mete en un embolado parlamentario al Gobierno y devuelve a las portadas al líder de Junts, viejo maestro de la treta y el 'pollastre'. Todo debe interpretarse, por supuesto, en términos de negociación presupuestaria. Porque lo que tradicionalmente fue un zoco funciona ya como un mercado negro: la debilidad del Gobierno es máxima, la naturaleza de sus socios es extorsiva y todo se negocia con la máxima opacidad y el mínimo decoro entre gente tan astuta e implacable que, cuando habla por el móvil, se tapa la boca para despistar a las agencias extranjeras y a los lectores de labios en general.
El Gobierno le respondió a Puigdemont que al presidente la confianza se la acaba de demostrar el Parlamento aprobándole la reforma fiscal. Cierto que el acuerdo se alcanzó por los pelos y con Podemos llevándose la promesa de un impuesto a las energéticas que sonó como la promesa de viaje a Disneyworld que se le hace a un niño revoltoso. La mayoría gubernamental está formada por partidos que desconfían entre ellos por una razón de peso: se conocen bien. Y todo se tensa cuando se negocian los Presupuestos a vida o muerte. Ayer Puigdemont sacó el tema de la confianza y en Podemos tardaron un segundo en asegurar que el PSOE miente e incumple sus acuerdos. El lehendakari, en cambio, prefirió reservarse su opinión sobre si Pedro Sánchez es de fiar. Solo le recordó que tiene un «contrato político» por cumplir con el PNV, partido al que, en lugar de Disneyworld, se le prometió, hace ya años, la categoría de 'socio preferente'.
Siria
Las imágenes que llegan desde Siria tras la caída del régimen de Bashar Al Assad combinan la alegría de las calles con el horror de las cárceles. Que desde las cárceles lleguen imágenes que documentan aperturas de celdas que son jaulas en las que hay niños y en las que los presos permanecen aterrorizados cuando se les grita que son libres sitúa la satrapía siria en sus justos términos de ignominia. Hay ahora mismo en el mundo miles de refugiados pegados al televisor por ver si entre los presos liberados reconocen a sus familiares y amigos. Los reporteros hablan de presos que tras años de tormento intentan reconocerse a sí mismos. Las ONG manejan una cifra de más de cien mil desaparecidos. Son opositores al régimen, pero también civiles que cayeron en las redes de un aparato de información omnipresente. Aun así, hay entre nosotros quienes a Al Assad le siguen viendo el lado bueno. Sucede mientras los gobiernos van a comenzar ahora a verle el lado malo. No lo hacen en el Kremlin. Rusia acoge al parecer al tirano tras su huida, aunque ayer el portavoz del Kremlin Peskov exhibió su mejor cara de mármol de los Urales para decir que sobre el paradero de Al Assad no hay nada que decir.
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