Gallos electorales

La noticia es que el Aberri Eguna de ayer trajo novedades por el lado del hip hop. Andoni Ortuzar le tiró a Otegi un 'beef' catedralicio relacionado con las pintas y la autenticidad, que son conceptos decisivos en las culturas urbanas. Sin llegar a nombrar a Bildu, el presidente del PNV se refirió a esas coaliciones que, cuando se acercan las elecciones, «meten en el armario el palestino, el forro polar y el flequilllo cortado a motosierra». ¿Por qué lo hacen? Para «ponerse chaquetas de diseño, camisetas de marca y cara de no haber roto un plato». Aha. Yeah, yeah. «Son los de la mani aunque se vistan de Armani», mitineó Ortuzar. Y repitió: «Son los de la mani aunque se vistan de Armani».

¿Qué hizo ante eso Arnaldo Otegi? El hecho de que hubiese estado la víspera en Elorrio con Nega, el cantante de 'Los Chikos del Maiz', prometía por el lado del 'free style'. Sin embargo, Otegi no respondió. Ni atacó. Y se refirió a Bildu todo el rato como «el bloque de la esperanza», algo que le parecería cursi a Yolanda Díaz. Sería un espejismo, pero fue desconcertante. Como si a un PNV desintonizado le saliese mal el automatismo dialéctico. Y se quedasen sin interlocutor antes de la batalla de gallos también conocida como campaña electoral. Otegi llevaba chaqueta, pero tampoco parecía de Armani.

Tras la exigencia de disculpas por el sketch de TV3 con la Virgen del Rocío, la Junta de Andalucía exige medidas para que no se repita lo que consideran «un ataque impresentable». Un reglamento de humor interautonómico, imagino. O que los chistes en los que salga un gallego te los tenga que autorizar la Xunta. Todo esto sucede treinta y cinco años después de que la Generalitat se indignase ampliamente por aquel otro sketch de 'Els Joglars' con la Virgen de Montserrat, el Barça y Jordi Pujol en el programa que Gurruchaga tenía en TVE. La diferencia entre ambos episodios es que el 'sketch' de 'Els Joglars' era más completo. Y que en 1988 el país parecía tener más claro el valor de la libertad de expresión y también el de la sátira. Hay algo extenuante y significativo en que cualquier programa de humor pasado fuese mejor. Y desde luego es injusto que se cargue así contra Toni Soler. Para una vez que el hombre tiene gracia.

La justificación de la agresión de un futbolista a un rival porque este le dirigió al parecer unas palabras gravísimas es nueva. Sobre todo, porque no tiene que ver con el cruce de cables instantáneo, sino con que la gravedad de lo dicho explica que la agresión se dé en un nuevo partido, dos meses después de la ofensa, y en un aparcamiento, tras la ducha famosa donde en teoría se queda lo que pasa en el campo. El episodio hace pensar, junto a otros recientes, en un fenómeno en boga: los de mi equipo los delitos los terminan cometiendo con razón.